Page 198 - Dune
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Leto sintió el miedo aferrarse a su pecho. Si Yueh les ha enviado entre la gente del
desierto… la búsqueda no cejará hasta que sean hallados.
—Vamos, vamos —dijo el Barón—. Tenemos poco tiempo, y el dolor es rápido.
Por favor, no me obligues a eso, mi querido Duque. —El Barón miró a Piter,
inclinado sobre el hombro de Leto—. Piter no ha traído aquí todo su instrumental,
pero estoy convencido de que puede improvisar.
—A veces es mejor improvisar, Barón.
¡Aquella sedosa, insinuante voz! Leto la oyó muy cerca de su oído.
—Tú tenias un plan de emergencia —dijo el Barón—. ¿Dónde has enviado a tu
mujer y al chico? —Miró la mano de Leto—. Tu anillo no está aquí. ¿Es el chico
quien lo tiene?
El Barón clavó su mirada en los ojos de Leto.
—No respondes —dijo—. ¿Vas a obligarme a hacer algo que no deseo? Piter
usará métodos simples y directos. Yo también estoy de acuerdo en que a veces son los
mejores, pero no está bien que tú te tengas que ver sometido a esas cosas.
—Sebo hirviendo en la espalda, quizá, o en los párpados —dijo Piter—. O tal vez
en otras partes del cuerpo. Es especialmente efectivo cuando el sujeto no sabe en qué
punto será aplicado el sebo la próxima vez. Es un buen método, y hay una cierta
belleza en el diseño de las ampollas que se forman en la piel, ¿no, Barón?
—Exquisito —dijo el Barón, y su voz resonó ácida.
¡El tacto de esos dedos! Leto no podía dejar de mirar las grasientas manos, las
brillantes joyas en aquellas hinchadas manos de bebé gordo, su compulsivo
movimiento.
Los gritos de agonía provenientes del otro lado de la puerta roían los nervios del
Duque. ¿A quién han capturado?, se preguntó. ¿Tal vez Idaho?
—Créeme, querido primo —dijo el Barón—. No deseo llegar a esto.
—Pensad en los mensajes corriendo a lo largo de los nervios, a partir de la zona
de contacto, en busca de una ayuda que no puede llegar —dijo Piter—. Hay algo
artístico en ello.
—Eres un soberbio artista —gruñó el Barón—. Ahora, ten la decencia de
permanecer en silencio.
Leto recordó de pronto una cosa que Gurney Halleck había dicho una vez, viendo
un retrato del Barón: «E, inmóvil sobre la playa, vi a una monstruosa bestia surgir
del mar… y en su cabeza vi estampado el nombre de la blasfemia».
—Estamos perdiendo tiempo, Barón —dijo Piter.
—Quizá.
El Barón inclinó las cabeza hacia él.
—Mi querido Leto, sabes que vas a terminar diciéndonos dónde se encuentran.
Existe un nivel de dolor que vencerá incluso a tu voluntad.
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