Page 201 - Dune
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estancia donde reinaba la muerte. El Barón empujó la otra puerta y salió, estudiando a
los lacayos a su alrededor. Todos permanecían inmóviles y silenciosos, esperando la
reacción del Barón.
¿Estará el Barón furioso?
Y el Barón se dio cuenta de que habían pasado tan sólo unos segundos desde que
había escapado de aquella terrible habitación.
Algunos de los guardias mantenían sus pistolas apuntadas contra la puerta. Otros
dirigían su ferocidad hacia el vacío vestíbulo donde se oían ahora los ruidos
procedentes de la esquina a su derecha.
Un hombre apareció por esa esquina, con la máscara antigás colgando de su
cuello, sus ojos fijos en los detectores de veneno alineados en el corredor. Tenía
cabellos rubios, rostro aplanado y ojos verdes. Finas arrugas partían de su boca de
gruesos labios. Hacía pensar en alguna criatura acuática perdida por algún extraño
motivo entre los animales terrestres.
El Barón observó al hombre que se acercaba, recordando su nombre: Nefud. Iakin
Nefud. Cabo de la guardia. Nefud era adicto a la combinación de música y semuta,
que actuaba en los más profundos estratos de la consciencia. Este era un precioso
dato de información.
El hombre se detuvo frente al Barón y saludó.
—El corredor está limpio, mi Señor. Estaba montando guardia en el exterior y he
pensado en seguida que se trataba de un gas letal. Los ventiladores de vuestra
estancia aspiraban el aire de este corredor —alzó los ojos hacia el detector encima de
la cabeza del Barón—. No ha escapado ni un átomo de gas. Hemos limpiado ya
completamente la estancia. ¿Cuáles son vuestras órdenes?
El Barón reconoció la voz del hombre… la misma que había gritado las órdenes.
Eficiente este cabo, pensó.
—¿Están todos muertos ahí dentro? —preguntó el Barón.
—Sí, mi Señor.
Bien, habrá que adaptarse a ello, pensó el Barón.
—En primer lugar —dijo—, déjame felicitarte, Nefud. Eres el nuevo capitán de
mi guardia. Y espero que aprenderás la lección en la muerte de tu predecesor.
El Barón captó la consciencia de lo que representaba aquel ascenso para el
hombre de su guardia: Nefud sabía que ya nunca más le faltaría semuta.
Nefud asintió.
—Mi Señor sabe que me consagraré enteramente a su seguridad.
—Sí. Bien, a lo que íbamos. Sospecho que el Duque llevaba algo en su boca.
Descubrirás lo que era, cómo ha sido usado y quién lo puso allí. Toma todas las
precauciones…
Se interrumpió, con la cadena de sus pensamientos rota por una perturbación en el
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