Page 234 - Dune
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Hawat discernió un movimiento en las rocas al otro lado… manchas confusas del
           mismo color que la arena.
               —Mi  pequeño  amigo  ha  llevado  el  mensaje  —dijo  el  Fremen—.  Es  un  buen

           mensajero… tanto de día como de noche. Me dolería perderlo.
               El  movimiento  al  otro  lado  del  sink  cesó.  A  lo  largo  de  los  cuatro  o  cinco
           kilómetros de arena no hubo nada, excepto el calor del día cada vez más sofocante…

           y el estremecimiento del tórrido aire.
               —Permaneced silenciosos ahora —susurró el Fremen.
               Una hilera de indistintas figuras emergió de una hendidura en las rocas del lado

           opuesto, avanzando trabajosamente a través del sink. A Hawat le parecieron Fremen,
           pero andaban de una forma curiosamente torpe. Contó seis hombres moviéndose con
           paso incierto entre las dunas.

               El batir de las alas de un ornitóptero sonó alto, a la izquierda tras el grupo de
           Hawat. El aparato surgió de la escarpadura encima de ellos… un tóptero Atreides con

           los  colores  de  batalla.  El  tóptero  entró  en  picado  en  dirección  a  los  hombres  que
           estaban atravesando el sink.
               El  grupo  se  detuvo  en  lo  alto  de  una  colina,  agitando  los  brazos.  El  tóptero
           describió un círculo por encima de ellos en una cerrada curva, posándose después

           bruscamente  ante  los  Fremen,  envuelto  en  una  nube  de  polvo.  Cinco  hombres
           surgieron del tóptero, y Hawat vio el relucir de los escudos rechazando la arena y, en

           sus movimientos, la despiadada eficiencia de los Sardaukar.
               —¡Aiiihh!  Están  usando  sus  estúpidos  escudos  —silbó  el  Fremen  al  lado  de
           Hawat. Miró a través de la abertura hacia el sur del sink.
               —Son Sardaukar —murmuró Hawat.

               —Bien.
               Los  Sardaukar  se  aproximaban  al  pequeño  grupo  inmóvil  de  los  Fremen,

           rodeándoles  en  un  semicírculo.  El  sol  destellaba  en  las  hojas  de  sus  armas.  Los
           Fremen aguardaron en un grupo compacto, aparentemente indiferentes.
               Bruscamente, la arena alrededor de los dos grupos vomitó Fremen. Rodearon el
           ornitóptero, penetraron en su interior. Donde los dos grupos se juntaron, en la cima de

           la duna, una espesa nube de polvo ocultó lo que estaba ocurriendo.
               Poco después, la nube se desvaneció. Sólo los Fremen permanecían en pie.

               —Había tan sólo tres hombres en su tóptero —dijo el Fremen detrás de Hawat—.
           Ha sido una suerte. Lo hemos capturado sin dañarlo.
               Detrás de Hawat, uno de sus hombres jadeó:

               —¡Eran Sardaukar!
               —¿Has observado cómo se batían? —preguntó el Fremen.
               Hawat  inspiró  profundamente.  Sintió  polvo  ardiente  a  su  alrededor,  el  intenso

           calor, la sequedad. También había sequedad en su voz cuando dijo:




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