Page 270 - e-book
P. 270
AUTOR Libro
sus señores.
—¿Podríamos mantener esta conversación en un lugar más apropiado? —
susurró una voz suave de forma amenazadora.
—Dudo de que eso sea necesario —repuso Edward, ahora con mayor dureza—.
Conozco tus instrucciones, Felix. No he quebrantado ninguna regla.
—Felix simplemente pretende señalar la proximidad del sol —comentó otra voz
en tono conciliador. Ambos estaban ocultos dentro de unas enormes capas del color
gris del humo, que llegaban hasta el suelo y ondulaban al viento—. Busquemos una
protección mejor.
—Indica el camino y yo te sigo —dijo Edward con sequedad—. Bella, ¿por qué
no vuelves a la plaza y disfrutas del festival?
—No, trae a la chica —ordenó la primera sombra, introduciendo un matiz
lascivo en su susurro.
—Me parece que no —la pretensión de civilización había desaparecido, la voz
de Edward era ahora tajante y helada. Cambió su equilibrio de forma casi
inadvertida, pero pude comprobar que se preparaba para luchar.
—No —articulé los labios sin hacer ningún sonido.
—Shh —susurró él, sólo para mí.
—Felix —le advirtió la segunda sombra, más razonable—, aquí no —se volvió a
Edward—. A Aro le gustaría volver a hablar contigo, eso es todo, si, al fin y al cabo,
has decidido no forzar la mano.
—Así es —asintió Edward—, pero la chica se va.
—Me temo que eso no es posible —repuso la sombra educada, con aspecto de
lamentarlo—. Tenemos reglas que obedecer.
—Entonces, me temo que no voy a poder aceptar la invitación de Aro, Demetri.
—Esto está pero que muy bien —ronroneó Felix. Mis ojos se iban adaptando a
la penumbra más densa y pude ver que Felix era muy grande, alto y de espaldas
fornidas. Su tamaño me recordó a Emmett.
—Disgustarás a Aro —suspiró Demetri.
—Estoy seguro de que sobrevivirá a la decepción —replicó Edward.
Felix y Demetri se acercaron hacia la boca del callejón y se abrieron hacia los
lados a fin de poder atacar a Edward desde dos frentes. Su intención era obligarle a
introducirse aún más en el callejón y evitar una escena. Ningún reflejo luminoso
podía abrirse paso hasta su piel; estaban a salvo dentro de sus capas.
Edward no se movió un centímetro. Estaba condenándose para protegerme.
De pronto, Edward giró la cabeza a un lado, hacia la oscuridad de la curva del
callejón. Demetri y Felix hicieron lo mismo en respuesta a algún sonido o
movimiento demasiado sutil para mis sentidos.
—Mejor si nos comportamos correctamente, ¿no? —sugirió una voz musical—.
Hay señoras presentes.
Alice se deslizó con ligereza al lado de Edward, manteniendo una postura
despreocupada. No mostraba signos de tensión. Parecía tan diminuta, tan frágil. Sus
bracitos colgaban a sus costados como los de una niña.
- 270 -

