Page 297 - e-book
P. 297
AUTOR Libro
—No me puedo creer que tengas la cara dura de aparecer por aquí —bramó
Charlie, dirigiéndose a Edward. Su voz sonaba ahora más cercana.
—Déjalo, papá —gruñí, pero él no me escuchó.
—¿Qué le ha pasado? —inquirió Charlie.
—Sólo está extenuada, Charlie —le tranquilizó Edward con serenidad—. Por
favor, déjala descansar.
—¡No me digas lo que tengo que hacer! —gritó Charlie—. ¡Dámela! ¡Y quítale
las manos de encima!
Edward intentó trasladarme a los brazos de Charlie, pero yo me aferré a él
usando mis tenaces dedos. Sentí cómo mi padre tiraba de mi brazo.
—Déjalo ya, papá —conseguí decir en voz más alta. Me las apañé para
mantener los párpados abiertos y mirar a Charlie con los ojos legañosos—. Enfádate
conmigo.
Estábamos en la puerta principal de mi casa, que permanecía abierta. La capa
de nubes era demasiado espesa para determinar la hora.
—Puedes apostar a que sí —prometió Charlie—. Entra.
—Vale. Bájame —suspiré.
Edward me puso de pie. Sabía que estaba derecha, pero no sentía las piernas.
Caminé con dificultad, hasta que la acera giró de pronto hacia mi rostro. Los brazos
de Edward me atraparon antes de que me diera un buen trompazo contra el asfalto.
—Déjame sólo que la lleve a su cuarto —pidió Edward—. Después me
marcharé.
—No —grité, llena de pánico. Todavía no había conseguido mis respuestas.
Debía quedarse al menos hasta ese momento, ¿no?
—No estaré lejos —me prometió Edward, susurrándome tan bajo al oído que no
había ni una posibilidad de que Charlie pudiera haberlo oído.
No escuché la respuesta de Charlie, pero Edward entró en la casa. Mis ojos sólo
aguantaron abiertos hasta las escaleras. La última cosa que sentí fueron las manos
frías de Edward mientras me soltaba los dedos, aferrados a su camisa.
- 297 -

