Page 299 - e-book
P. 299
AUTOR Libro
—¿Te he asustado? —preguntó con ansiedad en voz baja.
Era una maravilla cómo funcionaban estas falsas ilusiones. El rostro, la voz, el
olor, todo era mucho mejor que cuando estuve a punto de ahogarme. El hermoso
producto de mi imaginación observaba mis cambiantes expresiones con alarma. Sus
pupilas eran negras como el carbón y debajo tenía sombras púrpuras. Esto me
sorprendió; por lo general, los Edwards de mis alucinaciones estaban mejor
alimentados.
Parpadeé dos veces mientras hacía memoria con desesperación para determinar
qué era lo último que podía recordar de cuya realidad estuviera segura. Alice
formaba parte de mi sueño y me pregunté si, después de todo, había vuelto a Forks
de verdad, o si eso sólo había sido el preámbulo de la fantasía. Luego, caí en la
cuenta de que ella había regresado el día que estuve a punto de ahogarme...
—¡Oh, mierda! —grazné con voz pastosa a causa del sueño.
—¿Qué pasa, Bella?
Le fruncí el ceño, con tristeza. Su rostro mostraba todavía más ansiedad que
antes.
—Estoy muerta, ¿no es cierto? —gemí—. Me ahogué de verdad. ¡Mierda, mierda,
mierda! El disgusto va a matar a Charlie.
Edward también puso mala cara.
—No estás muerta.
—Entonces, ¿por qué no me despierto? —le reté, alzando las cejas.
—Estás despierta, Bella.
Sacudí la cabeza.
—Seguro, seguro. Eso es lo que tú quieres que yo piense, y entonces, cuando
despierte, todo será peor; si me despierto, cosa que no va a ocurrir, porque estoy
muerta. Esto es horrible. Pobre Charlie. Y Renée y Jake... —se me apagó la voz,
horrorizada por lo que había hecho.
—Ya veo que me has confundido con una pesadilla —su sonrisa fugaz fue triste
—. Lo que no me puedo imaginar es qué es lo que debes de haber hecho para
terminar en el infierno. ¿Te has dedicado a cometer asesinatos en mi ausencia?
Le hice una mueca.
—Pues claro que no. Tú no podrías estar conmigo si yo estuviera en el infierno.
Él suspiró.
Se me empezaba a despejar la cabeza. Alejé la vista de su rostro a regañadientes
y contemplé la ventana abierta a la oscuridad, y después otra vez a él. Conforme iba
recordando detalles, un hormigueo empezó a subirme por la piel hasta llegar a los
pómulos, donde noté un ligero y desconocido rubor, mientras lentamente me iba
dando cuenta de que Edward estaba realmente conmigo, que se hallaba allí de
verdad y que yo estaba perdiendo el tiempo haciendo el idiota.
—Entonces, ¿todo eso ha ocurrido de verdad?
Me resultaba imposible creer que mi sueño se había transmutado en una
realidad. No podía retener esa idea en mi mente.
—Eso depende —la sonrisa de Edward todavía era dura—. Si te refieres a que
- 299 -

