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AUTOR                                                                                               Libro
               brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el
               horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos habían
               quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido.
                     Quería creerle, pero lo que estaba describiendo era mi vida sin él y no al revés.
                     —Se te acostumbrarán los ojos —farfullé.
                     —Ése es justo el problema, no pueden.
                     —¿Y qué pasa con tus distracciones?
                     Se rió sin traza de alegría.
                     —Eso fue parte de la mentira, mi amor. No había distracción posible ante la...
               agonía. Mi corazón no ha latido durante casi noventa años, pero esto era diferente.
               Era como si hubiera desaparecido, como si hubiera dejado un vacío en su lugar, como
               si hubiera dejado todo lo que tengo dentro aquí, contigo.
                     —Qué divertido —murmuré.
                     Enarcó una ceja perfecta.
                     —¿Divertido?
                     —En realidad debería decir extraño, porque parece que describieras cómo me
               he sentido yo. También notaba que me faltaban piezas por dentro. No he sido capaz
               de respirar a fondo desde hace mucho tiempo —llené los pulmones, disfrutando casi
               lujuriosamente   de   la   sensación—.   Y   el   corazón...   Creí   que   lo   había   perdido
               definitivamente.
                     Cerró los ojos y apoyó el oído otra vez sobre mi corazón. Apreté la mejilla
               contra su pelo, sentí su textura en mi piel y aspiré su delicioso perfume.
                     —¿No encontraste el rastreo entretenido, entonces? —le pregunté, curiosa y

               quizás necesitada de distraerme yo. Me encontraba en serio peligro de que mis
               esperanzas volvieran. No las iba a poder contener mucho más. Mi corazón latía
               fuerte, cantando en mi pecho.
                     —No —suspiró él—. Eso no fue una distracción nunca. Era una obligación.
                     —¿Y eso qué quiere decir?
                     —Quiere decir que aunque nunca esperé ningún peligro procedente de Victoria,
               no la iba a dejar escaparse con... Bueno, como te dije, se me da fatal. La rastreé hasta
               Texas, pero después seguí una pista falsa hasta Brasil, y en realidad ella lo que hizo
               fue venir aquí —gruñó—. ¡Ni siquiera estaba en el continente correcto! Y mientras
               tanto, el peor de mis peores temores...
                     —¿Estuviste dando caza a Victoria? —casi pegué un grito en el momento en
               que encontré mi voz, que se alzó lo menos dos octavas.
                     Los   ronquidos   lejanos   de   Charlie   se   interrumpieron   un   momento   y   luego
               recuperaron de nuevo su cadencia regular.
                     —No lo hice bien —contestó al tiempo que estudiaba mi expresión indignada
               con una mirada confusa—, pero esta vez me saldrá mejor. Ella no va disfrutar del
               placer de respirar tranquila durante mucho tiempo.
                     —Eso... eso queda fuera de consideración —conseguí controlarme y recuperar
               la respiración. Qué locura. Incluso si Jasper o Emmett le ayudaran. Bueno, incluso
               aunque Jasper y Emmett le ayudaran. Esto era peor que cualquier otra cosa que yo




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