Page 305 - e-book
P. 305

AUTOR                                                                                               Libro
               cabeza me diera vueltas.
                     —Cuando me despierte... —él abrió la boca para protestar, de modo que me
               corregí—.   ¡Vale,   olvídalo!   Rectifico:   cuando   te   vayas   otra   vez,   ya   va   a   ser
               suficientemente duro sin esto.
                     Retrocedió unos centímetros para examinar mi rostro.
                     —Ayer, cuando te toqué, estabas tan... vacilante, tan cautelosa. Y todo sigue
               igual. Necesito saber por qué. ¿Acaso ya es demasiado tarde? ¿Quizá te he hecho
               demasiado daño? ¿Es porque has cambiado, como yo te pedí que hicieras? Eso sería...
               bastante justo. No protestaré contra tu decisión. Así que no intentes no herir mis
               sentimientos, por favor; sólo dime ahora si todavía puedes quererme o no, después
               de todo lo que te he hecho. ¿Puedes? —murmuró.
                     —¿Qué clase de pregunta idiota es ésa?
                     —Limítate a contestarla, por favor.
                     Le miré con aspecto enigmático durante un rato.
                     —Lo que siento por ti no cambiará nunca. Claro que te amo y ¡no hay nada que
               puedas hacer contra eso!
                     —Es todo lo que necesitaba escuchar.
                     En ese momento, su boca estuvo sobre la mía y no pude evitarle. No sólo
               porque era miles  de veces  más  fuerte que  yo, sino  porque  mi  voluntad  quedó
               reducida a polvo en cuanto se encontraron nuestros labios. Este beso no fue tan
               cuidadoso como los otros que yo recordaba, lo cual me venía la mar de bien. Si luego
               iba a tener que pagar un precio por él, lo menos que podía hacer era sacarle todo el
               jugo posible.

                     Así que le devolví el beso con el corazón latiéndome a un ritmo irregular,
               desbocado, mientras mi respiración se transformaba en un jadeo frenético y mis
               manos se movían avariciosas por su rostro. Noté su cuerpo de mármol contra cada
               curva del mío y me sentí muy contenta de que no me hubiera escuchado, porque no
               había   pena   en   el   mundo   que   justificara   que   me   perdiera   esto.   Sus   manos
               memorizaron mi cara, tal como lo estaban haciendo las mías y durante los segundos
               escasos que sus labios estuvieron libres, murmuró mi nombre.
                     Se apartó cuando empecé a marearme, sólo para poner su oído contra mi
               corazón.
                     Yo me quedé quieta allí, aturdida, esperando a que los jadeos se ralentizaran y
               desaparecieran.
                     —A propósito —dijo como quien no quiere la cosa—. No voy a dejarte.
                     No le respondí, y él pareció percibir el escepticismo en mi silencio.
                     Alzó su rostro hasta trabar su mirada en la mía.
                     —No me voy a ir a ninguna parte. Al menos no sin ti —añadió con más
               seriedad—. Sólo te dejé porque quería que tuvieras la oportunidad de llevar una vida
               feliz como una mujer normal. Me daba cuenta de lo que te estaba haciendo al
               mantenerte siempre al borde del peligro, apartándote del mundo al que perteneces,
               arriesgando tu vida cada minuto que estaba contigo. Así que tuve que intentarlo.
               Debía hacer algo, y me pareció que marcharme era lo mejor. Jamás hubiera sido




                                                                                                   - 305 -
   300   301   302   303   304   305   306   307   308   309   310