Page 58 - En el corazón del bosque
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—Vivimos  junto  a  un  bosque,  madre.  No  creo  que  vayamos  a  encontrar
      ninguna playa por aquí cerca.
        —Si piensas que voy a dejar que un detalle como ése se interponga en mi
      camino, es que no me conoces —contestó ella; le sacó la lengua y esbozó una
      mueca—.  Ya  sabes  que  soy  la  madre  más  increíble  del  mundo,  ¿no?  —Noah
      asintió pero no dijo nada, de modo que su madre dio dos rápidas palmadas, como
      alguien en un programa de televisión a punto de hacer un hechizo, y dijo—: Ve
      por el bañador y una toalla. Te espero abajo dentro de cinco minutos.
        Noah lo hizo, preguntándose qué demonios le estaría pasando a su madre. Era
      la segunda vez que lo sacaba en una excursión imprevista. La primera vez, la del
      flipper, lo habían pasado genial, y si podía basarse en eso, ésta de ahora sería
      incluso mejor. Antes, su madre no hacía esa clase de cosas, pero últimamente, y
      de  repente,  parecían  estar  de  moda.  Sin  embargo,  no  lograba  imaginar  cómo
      llevaría el mar hasta el bosque. Su madre era muchas cosas, pero maga no.
        —¿Adónde vamos? —preguntó cuando iban en el coche, con la capota abierta
      por una vez. (En el pasado, la señora Barleywater decía que no le gustaba abrirla
      por  si  pillaba  un  resfriado,  pero  eso  ya  no  parecía  preocuparla  y  se  la  veía
      contenta disfrutando de la fresca brisa de verano. « Sólo se vive una vez» , había
      comentado al abrirla).
        —Ya te lo he dicho, a la playa.
        —Sí, pero en la vida real —insistió él.
        —Noah Barleywater —repuso ella mirándolo un instante, para luego volver a
      centrarse  en  la  carretera—,  espero  que  no  estés  sugiriendo  que  voy  a
      defraudarte. Me has dicho que te encanta ir a la playa.
        —Sí, pero está a cientos de kilómetros de aquí. No vamos a conducir cientos
      de kilómetros, ¿verdad?
        —Claro que no —respondió su madre—. No tendría energías suficientes para
      eso. No, deberíamos llegar en unos quince minutos.
        Y en efecto, un cuarto de hora después, tras haberse alejado del bosque en
      dirección a la cercana ciudad, llegaron a un hotel que Noah nunca había visto y
      dejaron el coche en el aparcamiento.
        —No digas nada —dijo la madre al advertir la escéptica expresión de su hijo
      —. Confía en mí y ya está.
        Entraron en el hotel y la señora Barleywater le hizo una seña con la mano a
      una recepcionista, que salió de detrás del mostrador con una sonrisa en el rostro y
      le tendió una llave.
        —Gracias, Julie —dijo la madre guiñándole un ojo.
        Noah frunció el entrecejo, sorprendido, porque estaba seguro de conocer a
      todos los amigos de su madre, y esa Julie era nueva para él. A continuación siguió
      a su madre, sólo volviéndose para echar un vistazo a la recepcionista, que estaba
      con otra compañera y los observaba alejarse. Movía la cabeza como si estuviera
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