Page 59 - En el corazón del bosque
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muy triste por algo, y le habló a su amiga, que se quedó boquiabierta, como si
acabaran de contarle un terrible secreto.
—Es por aquí —indicó la madre llevándolo de la mano pasillo adelante—. Y
ahora, subamos al ascensor. ¿Quieres apretar tú el botón?
Noah suspiró y negó con la cabeza.
—Te acuerdas de que tengo ocho años y no siete, ¿no? —preguntó, pues
cuando era más pequeño siempre quería ser quien pulsara los botones en los
ascensores—. Aun así, supongo que tiene que apretarlo alguien.
—B —dijo la madre.
Noah apretó el botón de la planta B, las puertas se cerraron y el ascensor bajó
lentamente entre montones de chirridos y silbidos.
—¿Adónde vamos? —preguntó.
—A un sitio que está muy bien —contestó su madre.
Cuando las puertas volvieron a abrirse, recorrieron otro pasillo, y la señora
Barleywater abrió una puerta que daba a un vestuario desierto.
—Entra y ponte el bañador —indicó—. Yo me cambiaré ahí al lado. ¡Bueno,
espabila! Nos encontraremos aquí fuera dentro de cinco minutos exactos.
Noah asintió con la cabeza, hizo lo que le decían, y cinco minutos después los
dos recorrían otro pasillo. Por fin, su madre se detuvo ante una puerta y se volvió
muy sonriente.
—Siento que no hayamos podido ir a la playa este año, pero no quería que te
lo perdieras por mi culpa.
—¿Por tu culpa? ¿Qué quieres decir?
En lugar de contestar, ella se limitó a abrir la puerta con una llave que le
habían dado, y entraron en la zona de la piscina. Noah había estado antes en
piscinas, pero nunca en una como aquélla. Para empezar, no había nadie, lo que
sorprendía bastante en un hotel de esa clase. Las piscinas solían estar llenas de
hombres mayores que chapoteaban como ballenas al nadar, o de niños asustados
que daban nerviosos saltitos en la parte baja, por temor a dejar de hacer pie y
que el suelo desapareciera. No obstante, sólo estaban ellos dos.
Pero si aquello le pareció poco corriente, no fue nada comparado con el
aspecto que tenía la piscina. Habían traído montones de arena para formar dunas,
y aunque no recordaba ni por asomo a una playa, era probablemente lo más
cercano que podía encontrarse en una piscina. Noah se quedó pasmado y miró
maravillado a su madre.
—De acuerdo, no es una playa real —admitió ella—, pero tenemos el sitio
sólo para nosotros y podemos fingir que estamos en la playa, ¿no? Otras
vacaciones juntos en la playa. Saquémosles el mayor partido, ¿de acuerdo?
—Muy bien —dijo Noah—, siempre podemos volver a casa de la tía Joan la
próxima Pascua, ¿no? O incluso este verano.
La señora Barleywater iba a contestar, pero pareció tardar en encontrar las