Page 134 - Doña Bárbara
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               –All right! –exclamó éste, guardándose la pluma en el bolsillo del pecho, y en seguida dio lectura al escrito en alta
            voz–: «Por el presente declaro que he vendido al señor Guillermo Danger mi hija Marisela por cinco botellas de
            whisky.»

               Era una de aquellas brutales bromas que acostumbraba, pero Marisela la tomó en serio y se precipitó a arrebatarle
            aquel documento, mientras don Lorenzo volvía a sumirse en su letargo, con una sonrisa de inconsciente y un hilo de
            saliva manándole de la boca.
               Don Guillermo se dejó arrebatar el papel, echándose a reír mientras Marisela lo hacía añicos; pero aquella risa no
            hizo sino exasperarle la indignación.
               –¡Salga de aquí, insolente! –rugió, con voz ronca, llameantes los ojos y encendido el rostro. Y como don Guillermo,
            perniabierto y con los brazos en jarras, seguía lanzando sus robustas carcajadas, se le abalanzó encima a echarlo de allí,

            a empujones.
               Pero sus fuerzas no eran suficientes para mover aquella mole sólidamente plantada en el suelo, y esto acabó de
            enfurecerla, embelleciéndola más. Descargó una lluvia de golpes sobre el sonoro pecho atlético de don Guillermo sin
            que éste interrumpiera sus carcajadas ni cambiara de actitud, y como no lograba sino magullarse los puños contra los
            recios pectorales, ya con lágrimas en los ojos, se apoderó de la pluma-fuente que aquél se había guardado en el bolsillo

            del pecho, dispuesta a clavársela en el cuello; pero él la inmovilizó, sujetándola por los brazos, riendo siempre la
            levantó en el aire, y girando sobre sus talones, la hizo describir círculos vertiginosos. Luego, atontada por el mareo y
            deshecha por el llanto, la depositó en el suelo y volvió a plantársele por delante con los brazos en jarras, pero ya sin reír,
            resollando fuertemente y contemplándola con miradas inflamadas de deseo.
               Entretanto, despertado por aquellas carcajadas y por los gritos de la hija, don Lorenzo se había incorporado a duras
            penas en el chinchorro, y habiendo logrado apoderarse de una punta de machete que estaba clavada en el bahareque del
            rancho, se arrojaba sobre míster Danger, con una expresión delirante.
               Pero Marisela lanzó un grito de horror, míster Danger se volvió rápidamente y de una cachetada le hizo perder el

            vacilante equilibrio al borracho, que fue a dar con sus huesos en el suelo del rancho, lanzando un rugido de dolor y de
            ira impotente.
               Míster Danger sacó y encendió tranquilamente su cachimba, y entre una y otra bocanada de humo, y dándole la
            espalda a Marisela, díjole:
               –Ha estado un juego mío, Marisela. Míster Danger no gusta tomar las cosas por la fuerza, pero ya tú sabes que

            míster Danger te quiere para él.
               Y ya al salir:
               –Y no vuelvas a coger machete para míster Danger, don Lorenzo, porque entonces se acabó whisky y aguardiente y
            todo.
               Así que se hubo marchado el extranjero, Lorenzo se levantó del suelo, trastabillando, se acercó al rincón donde
            sollozaba Marisela, y tomándola por un brazo, díjole, con una voz de insensatez y de dolor:
               –Vámonos, hija. Vámonos de aquí.

               Por un momento creyó Marisela que se trataba de regresar a Altamira, y se dejó levantar del suelo y marchó
            enjugándose los ojos; pero don Lorenzo continuó:
               –Allí..., allí está el tremedal donde se acaba todo. Vamos a terminar allí esta maldita vida.
               Entonces ella, sobreponiéndose a su pena y tratando de sonreír, repuso:
               –No, papá. Tranquilízate. Ha sido un juego de míster Danger. ¿No se lo oíste decir? Cálmate. Acuéstate otra vez. Ha
            sido un juego. Pero ofréceme que no beberás más, que no volverás a pedirle bebida a ese hombre.




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