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nieta para el capítulo siguiente, donde nos encontraremos con el
Kepler astrofísico.
Kepler y Galileo poseían mentalidades muy diferentes como
para entenderse. Galileo, como Brahe, era excéptico en cuestio-
nes de astrología; Kepler suponía un alma en los planetas. Gali-
leo, al igual que Brahe, no mezclaba religión y ciencia, como sí
lo hacía Kepler.
«He pensado siempre que Kepler poseía un ingenio
sutil y libre (aunque tal vez demasiado libre), siendo mi
manera de pensar muy otra que la suya.»
- GALILEO GALILEJ.
MENSAJES DE GALILEO A KEPLER
Son muy interesantes las misivas con las que Galileo daba a cono-
cer provisionalmente sus descubrimientos a Kepler. La idea era
comunicar el hallazgo con una frase breve, pero con las letras de-
sordenadas formando otra frase. De esta fom1a difería la publica-
ción del descubrimiento hasta estar más convencido y, por otra
parte, dejaba constancia de él, aunque en forma encriptada. Kepler
nunca hubiera hecho eso, pues tenía la idea de que sus descubri-
mientos servían más a la honra de Dios y al disfrute de los hombres
que a su propia gloria. Pero, evidentemente, quería descifrar los
mensajes en clave de Galileo; era consciente de su importancia,
ya que describían lo que se observaba con un telescopio que au-
mentaba treinta veces los objetos y que recibía mucha más luz que
la pupila humana, lo que permitía ver objetos no visibles al ojo
desnudo, y mucho menos a sus pobres ojos políopes.
Cuando Galileo observó que Venus tenía fases, le escribió a
Kepler: «Haec inmatura a me jam frustra leguntur, o y», que
podía traducirse por algo así como «Estas cosas sin madurar, que
intentan comprender los demás inútilmente, hace tiempo que yo
las leo, o y». Esta frase inmodesta era permutación de la que real-
mente quería decir: «Cynthiefiguras emulatur mater amorum»,
EL ASTRÓNOMO 69