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entonces, y se había extendido por el sur de Europa como para-
digma de la Contrarrefom1a.
El Epitome es un libro muy característico de Kepler. Junto a
sus formulaciones precisas, pioneras de la física moderna, como
es el compendio de las magistrales leyes del movimiento planeta-
rio, vuelven a aparecer elucubraciones ilununadas ascéticas sobre
distancias de órbitas y ·poliedros regulares y música de los plane-
tas. Desde el punto de vista estilístico, el libro también es típico
de Kepler: a la vez brillante y farragoso .
. GALILEO Y KEPLER
La primera relación que tuvo Kepler con Galileo Galilei fue de-
cepcionante. Cuando se publicó el Mysterium cosmographicum,
Kepler envió un ejemplar a Galileo, esperando su contestación
con sus críticas o sus elogios y, especialmente, como una forma
de difusión de su descubrimiento de las distancias planetarias y
los sólidos perfectos. Galileo contestó con una breve nota amable
dejando la lectura para más adelante. Kepler le escribió nueva-
mente esperando su crítica, aunque tuviera que ser mordaz. Pero
Galileo ya no contestó más. Quizá pensó que el método utilizado
por Kepler era inadmisible.
Cuando Galileo publicó su famoso Sidereus nuncius en 1610,
en el que exponía los brillantes descubrimientos con el telesco-
pio, pidió al enviado toscano en Praga que llevara un ejemplar a
Kepler, con el ruego de que emitiera un juicio. Kepler, más cortés
que su colega italiano, le contestó casi a vuelta de correo, no ya
con una breve carta sino con algo tan extenso que se convirtió en
libro: Dissertatio cum nuncio sidereo. Estos dos libros pasaron
a la historia juntos. Tienen ambos tanta carga científica que me-
recen un tratamiento aparte y por eso lo haremos en el próximo
capítulo. Con el telescopio de Galileo los astros cobraban propie-
dades físicas, dejaban de ser meros puntos materiales o esferas
perfectas. La astronomía, hija de la astrología, iba a tener a su
vez una hija, la astrofísica. Bueno es que dejemos el análisis de la
68 EL ASTRÓNOMO