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cuarto  de  hora  de  la  clase.  Finalmente,  en  la  segunda  media  hora  de  la
               clase se celebra una discusión general, en ese tiempo se van respondiendo
               las preguntas una a una y se discuten las razones que justifican las distintas
               opciones de respuesta. De esta manera, en la primera hora de clase hemos
               conseguido  el  siguiente  milagro  educativo,  los  alumnos  han  estudiado

               antes  de  empezar  el  tema.  Han  sido  evaluados,  han  discutido  con  sus
               compañeros y finalmente han recibido feedback sobre sus errores por parte
               de los compañeros de otros equipos y por parte del profesor .

                  Si queremos que estos exámenes sean contabilizados en la evaluación
               continua necesitaremos que los alumnos respondan en hojas de respuesta
               de  lectura  automática  y  también  disponer  de  un  lector  automático  de
               marcas  ópticas.  Alternativamente  pueden  usarse  los  smartphones  de  los
               alumnos  como  sistemas  de  respuesta  a  distancia  con  aplicaciones  como

               Socrative. Sin embargo, actualmente estas aplicaciones no funcionan bien
               cuando  se  responde  con  más  de  50  dispositivos  por  aula,  por  lo  que,  si
               tenemos 100 alumnos y queremos recoger las respuestas de esta manera,

               deberemos  conformarnos  con  recoger  las  respuestas  de  cada  uno  de  los
               equipos, pero no las individuales de cada alumno.
                  Algunos profesores (entre los que me encuentro) usan el TBL de forma
               más laxa, sin recoger los exámenes individuales, y sólo puntuando a los
               equipos, es decir, puntuando a los equipos que obtienen más aciertos en

               cada clase o incluso sin puntuar nada. En este último caso el método no
               contribuye a la evaluación sumatoria de la asignatura, quedando su misión
               como un aspecto puramente formativo (con el consiguiente riesgo de que

               los  alumnos  se  lo  tomen  menos  en  serio).  La  ventaja  radica  en  que  el
               proceso  del  TBL  es  mucho  más  sencillo  para  el  profesor  porque  él  no
               tendrá que corregir todos estos exámenes. Cada alumno se autocorrige el
               suyo y se autoaplica el feedback correspondiente a sus propios errores, y
               por  tanto,  aunque  no  se  produzca  calificación,  se  proporciona  feedback

               formativo.  De  esta  manera  hacemos  a  los  alumnos  responsables  de
               aprender de sus propios errores.
                  El riesgo de usar esta metodología heterodoxa respecto al TBL original

               es  que,  al  no  tener  repercusión  sobre  la  calificación,  los  alumnos  se  lo
               tomen  menos  en  serio.  En  ocasiones  es  un  riesgo  que  merece  la  pena
               correr, pero que hay que valorar, y en su caso, detectar y corregir a tiempo.
               Hay al menos otras tres opciones intermedias entre los extremos, es decir,
               que el profesor corrija todo y que no corrija nada. Una es calificar sólo los

               exámenes de los equipos (esto puede hacerse de manera automática con la



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