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A esta anulación del pensamiento en clave de post- pensamiento me he referido en
                  otras  ocasiones,  y  quisiera  aclararlo  bien.  El  ataque  a  la  racionalidad  es  tan  antiguo
                  como la racionalidad misma. Pero siempre ha representado una contrarréplica —desde
                  Aristóteles hasta nosotros— . La fórmula de Tertuliano era: credo quia absurdum. Y le
                  respondía  y  le  superaba  la  Summa  Theologica  de  santo  Tomás,  que  destila  lucidez
                  lógica. A su modo y de forma diferente, Pascal, Rousseau y Nietzsche han rebatido el
                  cogito  cartesiano  17•  Pero  ellos  eran  grandes  literatos  y  en  sus  ataques  al  cogito,
                  formidables pensadores. En definitiva, no eran hombres bestia. Sin embargo, sí lo son
                  los exaltadores de la «comunicación perenne».


                     Lo que ellos proponen no es un verdadero antipensamiento, un ataque demostrado o
                  demostrable  al  pensamiento  lógico-racional;  sino,  simplemente,  una  pérdida  de
                  pensamiento, una caída banal en la incapacidad de articular ideas claras  y diferentes.
                  El  proceso  ha  sido  el  siguiente:  en  primer  lugar,  hemos  fabricado,  con  los  diplomas
                  educativos,  una  Lumpenintelligencija,  un  proletariado  intelectual  sin  ninguna
                  consistencia  intelectual.  Este  proletariado  del  pensamiento  se  ha  mantenido  durante
                  mucho tiempo al margen, pero a fuerza de crecer y multiplicarse ha penetrado poco a
                  poco en la escuela, ha superado todos los  obstáculos con la «revolución cultural» de
                  1968  (la  nuestra,  no  la  de  Mao)  y  ha  encontrado  su  terreno  de  cultura  ideal  en  la
                  revolución mediática.


                     Esta revolución es ahora casi completamente tecnológica, de innovación tecnológica.
                  No  requiere  sabios  y  no  sabe  qué  hacer  con  los  cerebros  pensantes.  Los  medios  de
                  comunicación, y especialmente la televisión, son administrados por la subcultura, por
                  personas  sin  cultura.  Y  como  las  comunicaciones  son  un  formidable  instrumento  de
                  autopromoción  —comunican  obsesivamente  y  sin  descanso  que  tenemos  que
                  comunicar— han sido suficientes pocas décadas para crear el pensamiento insípido, un
                  clima cultural de confusión mental y crecientes ejércitos de nulos mentales.


                     Entonces, el punto no es tanto que encontremos un nutrido número de autores famosos
                  que ataquen la racionalidad. El problema es sobre todo que la relación entre mainstream
                  y corrientes secundarias, entre réplica y contrarréplica, ha dado la vuelta. Actualmente,
                  proliferan  las  mentes  débiles,  que  proliferan  justamente  porque  se  tropiezan  con  un
                  público que nunca ha sido adiestrado para pensar. Y la culpa de la televisión en este
                  círculo vicioso es que favorece —en el pensamiento confuso— a los estrambóticos, a
                  los excitados, a los exagerados y a los charlatanes. La televisión premia promueve la
                  extravagancia, el absurdo y la insensatez. De este modo refuerza y multiplica al horno
                  insipiens.


                     En una novela de ciencia-ficción cuyo título no recuerdo —hace muchísimos años de
                  ello—, los marcianos habían conquistado la tierra y quedaba sólo un úItimo reducto de
                  defensores humanos asediado por fuerzas destructoras. En el último ataque el
                  comandante dirigió una mirada de despedida a sus hombres, y dio cuenta de que
                  también ellos eran marcianos. Cierto.  El postpensamiento triunfa y esto quiere decir
                  que nosotros también estamos ya muy marcianizados.
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