Page 130 - El Misterio de Salem's Lot
P. 130
Callahan le apoyó ambas manos en la cabeza.
—Oremos —repitió, mientras sentía vibrar contra las piernas los sollozos
desgarradores de Glick.
—Señor, consuela en su dolor a este hombre y a su esposa. Tú lavaste a este niño
en las aguas del bautismo y le diste nueva vida. Que podamos un día unirnos con él
para gozar para siempre de los goces del cielo. Te lo pedimos en el nombre de Jesús,
amén.
Al levantar la cabeza, vio que Marjorie Glick se había desmayado.
4
Cuando todos se fueron, Mike Ryerson volvió y se sentó al borde de la tumba a
comerse su último bocadillo mientras esperaba a que regresara Royal Snow.
El funeral había sido a las cuatro, y ahora eran casi las cinco. Las sombras se
habían alargado y el sol se inclinaba tras los altos robles. Ese estúpido de Royal había
prometido estar de vuelta a las cinco menos cuarto a más tardar; ¿dónde demonios
estaría?
El bocadillo era de salami y queso, su favorito. Todos los bocadillos que se
preparaban eran sus favoritos; ésa era una de las ventajas de estar soltero. Lo terminó
y se sacudió las manos; algunas migas de pan cayeron sobre el ataúd.
Alguien estaba observándolo.
Lo sintió súbitamente, con total certeza. Recorrió el cementerio con ojos muy
abiertos.
—Royal, ¿estás ahí, Royal?
Nadie respondió. El viento .suspiraba entre los árboles, haciéndoles emitir
susurros misteriosos. A la sombra oscilante de los olmos que se alzaban del otro lado
del muro, podía ver la lápida de Hubert Marsten, y de pronto se acordó del perro de
Win, ensartado en los barrotes del portón de hierro.
Ojos. Fijos e impasibles. Que observaban.
Oscuridad, no me alcances aquí.
Se puso en pie de un brinco, como si alguien hubiera hablado en voz alta.
—Maldito seas, Royal —masculló.
Ya no pensaba que Royal pudiera andar por allí, ni siquiera que volvería. Tendría
que hacer el trabajo solo, y le llevaría muchísimo tiempo. Hasta que anocheciera, tal
vez.
Se puso a trabajar, sin tratar de comprender el terror que se había adueñado de él,
sin preguntarse por qué ese trabajo que jamás le había intranquilizado le parecía
ahora tan inquietante.
www.lectulandia.com - Página 130