Page 144 - El Misterio de Salem's Lot
P. 144
—Pero usted la desea —insistió la voz—. ¿No es eso?
—Oh, sí...
—Pues la conseguirá. Estoy seguro.
Había algo placentero en todo aquello. A lo lejos, le parecía oír voces dulces que
entonaban palabras obscenas. Campanas de plata... rostros blancos... la voz de Ruthie
Crockett. Casi podía verla, sosteniéndose los pechos con las manos, dos maduras
semiesferas blancas mientras la voz susurraba: Bésamelos, Dud... muérdemelos...
chúpamelos...
Era como ahogarse. Ahogarse en los ojos del viejo.
Mientras el hombre se le acercaba, Dud lo comprendió todo y lo aceptó, y cuando
sintió el dolor, era dulce como la plata y verde como el mar.
9
La mano le temblaba, y en vez de aferrar la botella, los dedos la hicieron saltar
del escritorio y caer con un golpe sordo sobre la alfombra, donde se quedó
gorgoteando whisky.
—¡Mierda! —masculló el padre Callahan mientras se inclinaba a levantarla antes
de que se perdiera todo.
En realidad no había mucho que perder. Volvió a ponerla sobre el escritorio (lejos
del borde) y fue a la cocina en busca de un trapo y una botella de líquido limpiador.
Cualquier cosa con tal que la señora Curless no encontrara una mancha de whisky
junto a la pata de su escritorio. Ya era bastante difícil aceptar sus bondadosas miradas
de compasión en las largas mañanas en que se sentía un poco deprimido... Con
resaca, querrás decir.
Sí, con resaca, está bien. Es hora de enfrentar la verdad, indudablemente. Saber la
verdad te hará libre. Espadachín de la verdad.
Encontró una botella de algo que se llamaba E-Vap, un nombre bastante parecido
al ruido de un vómito («¡E-Vap!», graznaba el viejo borrachín mientras lanzaba el
almuerzo) y se la llevó al estudio, sin hacer eses. «Fíjate, Ossifer, voy a andar
derecho por la línea blanca hasta el semáforo.»
A sus cincuenta y tres años, Callahan era imponente. El pelo de plata, los ojos de
un azul límpido (ahora un poco estriados de rojo) rodeados por las patas de gallo de
su risa irlandesa, la boca firme, y más firme aún el mentón ligeramente hendido.
Algunas mañanas, al mirarse en el espejo, pensaba que cuando cumpliera los sesenta
abandonaría el sacerdocio para irse a Hollywood, donde conseguiría trabajo haciendo
de Spencer Tracy.
—Padre Flanagan, ¿dónde está usted cuando lo necesitamos? —masculló
www.lectulandia.com - Página 144