Page 232 - El Misterio de Salem's Lot
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—No tanto como tú —protestó Matt—. Quiero mi pipa.
—Pues puede usted tenerla —respondió Cody con aire ausente, mientras
estudiaba los datos clínicos de Matt.
—Matasanos de mala muerte —masculló Matt. Cody dejó la ficha clínica y corrió
la cortina verde que pendía alrededor de la cama, de un riel de acero en forma de C.
—Tengo que pedirles que salgan un momento. ¿Qué tal va su cabeza, señor
Mears?
—Bueno, parece que no se me ha salido nada de dentro.
—¿Sabe lo de Floyd Tibbits?
—Susan me lo contó, y quisiera hablar con usted, si tiene un momento cuando
termine sus visitas.
—Si quiere, puedo dejarlo como el último paciente de la visita. A eso de las once.
—Espléndido.
Cody volvió a mover la cortina.
—Y ahora, si usted y Susan quieren disculparnos...
—Henos aquí, amigos, en el aislamiento —declamó Matt—. Decid la palabra
secreta y os ganaréis cien dólares.
La cortina se interpuso entre Ben y Susan y la cama.
—La próxima vez que lo tenga a usted con oxígeno —le oyeron decir a Cody—,
creo que aprovecharé para extirparle la lengua y más o menos la mitad del lóbulo
frontal.
Ben y Susan sonrieron, como sonríen los enamorados cuando están al sol y no
pasa nada grave, pero las sonrisas se desvanecieron casi instantáneamente. Por un
momento se preguntaron si todo aquello no sería una chifladura.
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Cuando Jimmy Cody entró finalmente en el cuarto de Ben, eran las once y veinte.
—De lo que yo quería hablar con usted... —empezó Ben.
—Primero la cabeza y después hablamos. —Cody le apartó suavemente el pelo,
miró un momento y dijo—: Esto le va a doler.
Cuando le quitó el vendaje adhesivo, Ben dio un respingo.
—Bonito chichón —comentó Cody, y volvió a cubrir la herida con una venda
más pequeña.
Dirigió la luz de su linterna a los ojos de Ben y después le golpeó la rodilla
izquierda con un martillito de goma. Con súbita morbosidad, Ben pensó si sería el
mismo que había usado con Mike Ryerson.
—Parece que todo va bien —comentó el médico, mientras dejaba a un lado sus
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