Page 235 - El Misterio de Salem's Lot
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—No.
—¿Y hace una semana que lo enterraron?
—Sí.
—Cuando se abra el ataúd, es posible que haya un olor muy desagradable y que el
cuerpo esté hinchado. Es posible que el pelo le llegue al cuello... es sorprendente
durante cuánto tiempo sigue creciendo... y también tendrá las uñas muy largas. En
cuanto a los ojos, estarán hundidos.
Susan trataba de mantener una expresión de imparcialidad científica. Ben se
alegró de no haber comido su almuerzo.
—La verdadera descomposición del cadáver no se habrá iniciado todavía —
continuó Cody—, pero es posible que haya humedad suficiente para producir
crecimientos fungosos en mejillas y manos; quizá una sustancia musgosa que se
llama... —Se interrumpió—. Oh, perdón. Les estoy impresionando.
—Puede haber cosas peores que la podredumbre —señaló Ben—. Supongamos
que no se encuentra ninguno de esos signos, que el cadáver sigue con un aspecto tan
natural corno el día que lo enterraron. Entonces ¿qué? ¿Se le clava una estaca en el
corazón?
—Difícil —respondió Cody—. Para empezar, algún funcionario del condado
estará presente. No creo que ni siquiera a Brent Norbert le pareciera muy profesional
de mi parte que sacara una estaca del maletín y la clavara a martillazos en el cadáver
de un niño.
—¿Y qué hará usted? —preguntó Ben.
—Bueno, con perdón de Matt Burke, no creo que eso suceda. Si el cuerpo
estuviera en ese estado, sin duda lo llevaría al Centro Médico de Maine para un
examen exhaustivo. Y una vez allí, trataría de alargar el reconocimiento hasta el
anochecer... y observaría cualquier fenómeno que pudiera producirse.
—¿Y si se levanta?
—Lo mismo que ustedes, no puedo concebirlo.
—A mí me parece cada vez más concebible —dijo Ben—. ¿Podría estar presente
cuando todo eso suceda... si es que sucede?
—Podríamos arreglarlo.
—De acuerdo —asintió Ben. Se levantó de la cama y se dirigió al armario donde
estaba su ropa—. Yo voy a...
Se oyó una risita de Susan, y Ben se volvió.
—¿Qué pasa?
Cody también reía.
Los camisones de hospital suelen abrirse por la espalda, señor Mears.
—Demonios —masculló Ben, instintivamente se dio la vuelta para cerrarse el
camisón—.
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