Page 238 - El Misterio de Salem's Lot
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confundido.
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Sumidos en sus propios pensamientos, viajaron en silencio hasta llegar a la
autopista de peaje. Ben pensaba en lo que Cody había dicho en el hospital. Cari
Foreman no estaba. Los cuerpos de Floyd Tibbits y del bebé de los McDougall
habían desaparecido en las narices de los empleados del depósito de cadáveres. Mike
Ryerson también había desaparecido, y sabría Dios quién más. ¿Cuántas personas
había en Salem's Lot que podrían evaporarse sin que nadie las echara de menos
durante una semana... o dos... o un mes? ¿Doscientas? Sintió que las manos le
sudaban.
—Esto empieza a parecer el sueño de un paranoico —comentó Jimmy— o una
historieta de Graham Wilson. Y lo más aterrador, desde un punto de vista académico,
es la relativa facilidad con que se podría fundar una colonia de vampiros a partir de
un primero. Solar es una ciudad-dormitorio para Portland, Lewiston y Gates Falls,
principalmente. En el pueblo no hay una industria que pudiera verse afectada por
absentismo laboral. Las escuelas reúnen a chicos de tres pueblos, y si las listas de
ausentes se alargaran un poco, ¿quién se daría cuenta? Mucha gente va a la iglesia en
Cumberland, y otros no van siquiera. Y la televisión ha puesto fin a las reuniones que
solían celebrarse en el vecindario, a no ser las de los vejestorios que se encuentran en
la tienda de Milt. Todo se podría ir llevando perfectamente entre bastidores.
—Sí —asintió Ben—. Danny Glick contagia a Mike. Mike contagia... o, no sé. A
Floyd, tal vez. El bebé de los McDougall contagia a... ¿su padre? ¿Su madre? ¿Cómo
están ellos? ¿Los ha examinado alguien?
—No son pacientes míos. Supongo que habrá sido el doctor Plowman quien les
llamó esta mañana para informarles de la desaparición de su hijo. Pero en realidad, no
puedo saber si les llamó ni si se puso efectivamente en contacto con ellos.
—Habría que examinarles —señaló Ben—. Ya ves con qué facilidad podríamos
terminar mordiéndonos la cola. Una persona que no fuera del pueblo podría pasar por
Solar sin ver nada que le llamara la atención. Simplemente otro pueblo rural donde
todo se cierra a las nueve. Pero ¿quién sabe lo que sucede en las casas, tras las
cortinas corridas? La gente podría estar metida en su cama... o guardada en los
armarios, como escobas, o en los sótanos, a la espera de que caiga la noche. Y cada
vez que el sol despuntara, habría menos gente en las calles. Menos cada día. —Al
tragar saliva le dolió la garganta.
—No hagas elucubraciones —aconsejó Jimmy—. Nada de esto está demostrado.
—Las pruebas se están amontonando —protestó Ben—. Si nos moviéramos en un
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