Page 243 - El Misterio de Salem's Lot
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Antes de que la mano se apoyara en un hombro, Susan ya sabía que había alguien
           detrás de ella.



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               Estaba casi oscuro.
               Ben se levantó de la silla plegable de madera, fue hasta la ventana que daba sobre

           el  patio  de  atrás  de  la  funeraria  y  no  vio  nada  de  particular.  Eran  las  siete  menos
           cuarto  y  el  atardecer  había  alargado  las  sombras.  Pese  a  lo  avanzado  del  año,  el
           césped  seguía  verde  en  el  patio,  y  Ben  imaginó  que  el  empresario  de  Pompas
           Fúnebres se proponía mantenerlo así hasta que, la nieve lo cubriera. Un símbolo de la

           vida que continúa en mitad de la muerte del año. La idea le pareció tan deprimente
           que se apartó de la ventana.

               —Ojalá tuviera un cigarrillo —suspiró.
               —Son  veneno  —le  recordó  Jimmy,  sin  volverse.  Estaba  mirando  un  programa
           sobre la vida de los animales salvajes en el pequeño Sony de Maury Green—. Pero a
           mí también me vendría bien uno. Dejé de fumar hace diez años, en cuanto el cirujano

           jefe montó su cruzada contra el tabaco; habría sido mal antecedente no hacerlo. Pero
           siempre me despierto buscando el paquete de cigarrillos en la mesilla de noche.

               —¿Pero no lo habías dejado?
               —Sí,  pero  los  tengo  por  la  misma  razón  que  algunos  alcohólicos  guardan  una
           botella de whisky en el armario de la cocina. El poder de la voluntad, amigo mío.

               Ben miró el reloj: las 18.47. El periódico dominical de Maury Green decía que el
           sol se pondría a las 19.02, hora del este.
               Jimmy  había  llevado  bien  las  cosas.  Maury  Green  era  un  hombrecillo  que  les

           abrió la puerta vestido con un chaleco negro, que llevaba sin abotonar, y una camisa
           blanca de cuello abierto. Su expresión sobria e interrogante se trocó en una amplia
           sonrisa de bienvenida.

               —Shalom,  Jimmy!  —exclamó—.  ¡Cuanto  me  alegra  verte!  ¿Dónde  te  habías
           metido?
               —He estado salvando al mundo de resfriados y gripes —sonrió Jimmy mientras

           Green le estrechaba la mano—. Quiero presentarte a un amigo mío. Maury Green,
           Ben Mears.
               La mano de Ben quedó atrapada en las de Maury, cuyos ojos brillaban tras unas

           gafas de montura negra.
               —Shalom.  Cualquier  amigo  de  Jimmy  es  mi  amigo.  Entrad.  Podría  llamar  a
           Rachel...

               —No, por favor —lo interrumpió Jimmy—. Venimos a pedirte un favor. Un gran




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