Page 247 - El Misterio de Salem's Lot
P. 247
sábana se estaba enderezando. En la habitación a oscuras, las sombras se movían por
el suelo.
—Danny, ¿dónde estás, cariño?
La sábana resbaló de la cara y se le amontonó sobre el regazo.
El rostro de Marjorie Glick era un círculo de una palidez lunar en la
semioscuridad, interrumpido solamente por los negros agujeros de los ojos. Cuando
los vio, la boca se le abrió en una mueca espantosa y el moribundo resplandor del día
le iluminó los dientes.
Al bajar las piernas de la mesa, se le cayó una zapatilla.
—¡No te muevas! —le ordenó Jimmy.
La respuesta de ella fue un gruñido. La figura se deslizó de la mesa hasta bajarse,
vacilante, y avanzó hacia ellos. Ben se dio cuenta de que estaba mirando el fondo de
aquellos ojos vacíos y se forzó en apartar los suyos. Ahí dentro había tenebrosas
galaxias de horror. Y uno se veía allí dentro, ahogándose, y le gustaba.
—No la mires a la cara —advirtió Jimmy.
Iban retrocediendo, dejando que ella los acorralara contra el angosto pasillo que
daba a las escaleras.
—La cruz, Ben.
Casi se había olvidado de que la tenía. La levantó, fulgurante de luz hasta el punto
de que le obligó a entrecerrar los ojos. La señora Glick emitió un espantoso ruido
sibilante y levantó las manos para protegerse la cara. Sus rasgos se encogían y
retraían, retorciéndose como un nido de serpientes. Dio un paso atrás, vacilante.
—¡La hemos detenido! —vociferó Jimmy.
Ben avanzó hacia ella, con la cruz levantada. Una mano crispada como una garra
trató de arrebatársela. Ben la bajó rápidamente y volvió a amenazarla. Un chillido
ululante brotó de la garganta de la figura.
Para Ben, todo lo que siguió tuvo los tonos sombríos de una pesadilla. Aunque les
esperaban más horrores, los sueños de los días y las noches siguientes volverían a
traerle a Marjorie Glick, empujada hacia la mesa funeraria, donde la sábana que la
había cubierto yacía junto a una zapatilla.
Retrocedía contra su voluntad, mientras sus ojos iban alternativamente de la cruz
a un punto del cuello de Ben, a la derecha del mentón. Los ruidos que emitía su
garganta eran balbuceos sibilantes y guturales, y tan ciega aversión había en la forma
en que reculaba que empezó a dar la impresión de un insecto torpe y gigantesco. Si
no tuviera esta cruz delante de mí, pensó Ben, me desgarraría la garganta con las uñas
para succionar la sangre que brotara de la carótida y la yugular, como un náufrago
sediento.
Jimmy se había separado de él y describía un círculo hacia la izquierda, sin que
ella lo viera. Sus ojos se clavaban en Ben, oscuros y llenos de odio, llenos de miedo.
www.lectulandia.com - Página 247