Page 251 - El Misterio de Salem's Lot
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—¿Estás bien? —le preguntó Jimmy—. Perdóname, pero es más fácil cuando uno
           no sabe que le van a pegar.
               —Pero ¿qué demonios...?

               Jimmy se sentó en el suelo, junto a él.
               —Te explicaré la historia que vamos a contar. Hace aguas por todos lados, pero
           estoy  seguro  de  que  Maury  Green  nos  respaldará.  A  mi  me  permitirá  seguir

           trabajando, y evitará que nos encierren a los dos..., y en este momento lo que me
           preocupa es seguir en libertad para luchar contra... eso, llámalo como quieras, un día
           más. ¿Lo comprendes?

               —Vaya realismo —comentó Ben mientras se tocaba la mandíbula, dolorido. El
           mentón se le había inflamado.
               —Alguien  se  metió  aquí  mientras  yo  estaba  examinando  a  la  señora  Glick  —

           comenzó Jimmy—. Ese alguien te golpeó y después se ocupó de mí. Durante la pelea
           me mordió. Es lo único que recordamos. Lo único. ¿Entendido?

               Ben asintió.
               —El tipo llevaba un abrigo azul o negro, y un gorro tejido verde o gris. Es cuanto
           pudimos ver. ¿De acuerdo?
               —¿Nunca se te ha ocurrido dejar la medicina para hacer carrera como escritor?

               —Sólo soy creativo cuando mi propio interés está en juego —sonrió Jimmy—.
           ¿Recordarás  la  historia?  —Claro  que  sí.  Y  no  me  parece  que  sea  tan  inverosímil

           como piensas. Después de todo, el de ella no es el primer cadáver que desaparece
           últimamente.
               —Tengo la esperanza de que empiecen a establecer relaciones.
               Pero el sheriff del condado es más despierto de lo que jamás podría serlo Parkins

           Gillespie. Tenemos que mirar dónde pisamos. No adornes demasiado el cuento.
               —¿Crees que alguien con un cargo oficial podría empezar a ver qué hay detrás de

           todo esto?
               Jimmy sacudió la cabeza.
               —Ni  remotamente.  Todo  eso  tendremos  que  resolverlo  nosotros  dos  solos.  Y
           recuerda que a partir de este momento somos delincuentes.

               Dicho eso se dirigió al teléfono para llamar a Maury Green, y luego a Homer
           McCaslin, el sheriff del condado.




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               Ben llegó a casa de Eva quince minutos después de la medianoche y se preparó
           una taza de café en la desierta cocina de abajo. Lo bebió lentamente, mientras revivía

           los acontecimientos de la noche con la intensa concentración de un hombre que acaba




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