Page 255 - El Misterio de Salem's Lot
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MARK
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Cuando oyó por primera vez, aún distante, un crujido de ramitas, se deslizó tras el
tronco de un enorme abeto y se quedó expectante. Ellos no podían salir a la luz del
día, pero eso no significa que no pudieran conseguir gente que lo hiciera; darles
dinero era una manera, pero no la única. Mark había visto en el pueblo al tipo ese,
Straker, que tenía los ojos como los de un sapo que toma el sol sobre una roca. Daba
la impresión de ser capaz de romperle un brazo a un bebé, y sonreír mientras lo hacía.
Palpó el pesado bulto que formaba en el bolsillo de su chaqueta la pistola de su
padre. Contra ellos las balas no servían —a menos que fueran de plata, tal vez—,
pero, desde luego, un tiro entre los ojos acabaría con ese Straker.
Por un momento sus ojos bajaron hacia la forma cilíndrica apoyada contra el
árbol, envuelta en un viejo trozo de toalla. Detrás de su casa había una pila de leña,
un montón de leños de fresno para la chimenea que Mark y su padre habían cortado
en julio y agosto con la sierra mecánica de McCulloch. Henry Petrie era un hombre
metódico, y Mark sabía que cada leño mediría casi un metro. Su padre sabía cuál era
el largo adecuado, y también que después del otoño venía el invierno y que el fresno
era lo que ardía durante más tiempo y con menos humo en la chimenea de la sala.
Su hijo, que sabía otras cosas, sabía que el fresno sería para hombres... para
cosas... como él. Esa mañana, mientras sus padres salían a dar su paseo a pie de los
domingos, Mark había sacado una de las estacas y, con su pequeña hacha de boy
scout, le había afilado un extremo. Era un poco burdo, pero serviría.
Vio un destello de color y volvió a encogerse contra el árbol, atisbando con un ojo
por encima de la áspera corteza. Un momento después distinguió quién era la persona
que trepaba por la colina. Era una muchacha. Le invadió una sensación de alivio,
mezclada con desilusión. No era ningún secuaz del diablo sino la hija del señor
Norton.
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