Page 253 - El Misterio de Salem's Lot
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niña pequeña drogada.
               —No. —Ben miró a McCaslin—. No fue mi intención que resultara divertido.
               —Ese libro nuevo que está escribiendo, ¿es sobre Solar? —Sí.

               —Tal vez sería bueno que lo leyera Moe Green —sugirió McCaslin—. Para ver si
           están bien logradas las partes de la funeraria.
               —Esa  parte  todavía  no  está  escrita  —aclaró  Ben—.  Yo  siempre  reúno

           información antes de escribir. Es más fácil.
               El sheriff sacudió la cabeza.
               —Pues  fíjense  que  lo  que  ustedes  cuentan  parece  uno  de  esos  libros  de  Fu

           Manchú. Un tipo se mete aquí, se deshace de dos hombres robustos y se larga con el
           cadáver de una pobre mujer muerta por causas desconocidas.
               —Escuche, Homer... —empezó Jimmy.

               —No me líame Homer —protestó McCaslin—. Nada de esto me gusta. Eso de la
           encefalitis se contagia, ¿no?

               —Sí, es infecciosa —respondió con cautela Jimmy.
               —¿Y aun así vino usted aquí con este escritor? ¿Sabiendo que ella podía haber
           muerto de algo contagioso?
               Jimmy se encogió de hombros.

               —Sheriff, yo no pongo en duda su juicio profesional, y usted tendrá que respetar
           el mío. La encefalitis no es una infección muy virulenta. No consideré que hubiera

           peligro para ninguno de nosotros. Y dígame, ¿no sería mejor que tratara de encontrar
           al que robó el cuerpo de la señora Glick... sea Fu Manchú o quien fuere? ¿O es que se
           divierte interrogándonos?
               McCaslin suspiró y cerró de golpe su libreta.

               —Bueno, Jimmy, dudo que saquemos mucho en limpio de todo esto, a no ser que
           el chiflado sea otra vez alguien del aserradero... si es que hubo algún chiflado.

               Jimmy arqueó las cejas.
               —Ustedes me están mintiendo —dijo McCaslin—. Yo lo sé, lo saben los agentes,
           y hasta es probable que lo sepa también el viejo Moe. No sé cuánto me mienten, si
           mucho o poco, pero no puedo demostrar que mienten mientras los dos sigan contando

           la misma historia. Podría ponerlos a los dos a la sombra, pero las normas dicen que
           tienen  derecho  a  una  llamada  telefónica,  y  hasta  un  imberbe  recién  salido  de  la

           facultad de derecho podría sacarlos, pues sólo cuento con sospechas de que aquí hay
           gato  encerrado.  Y  apuesto  a  que  su  abogado  no  es  un  joven  recién  salido  de  la
           facultad, ¿no?

               —Efectivamente —confirmó Jimmy.
               —De todas maneras, los metería a los dos en la celda si no fuera porque tengo la
           sensación de que no están mintiendo porque hayan hecho algo que viole la ley. —

           Pisó el pedal de la tapa del cubo de acero inoxidable colocado junto a la mesa, y




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