Page 242 - El Misterio de Salem's Lot
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un  útero  simbólico.  En  las  películas,  cómodamente  rodeada  por  el  brazo  de  su
           acompañante,  Susan  solía  pensar:  Menuda  estúpida,  ¡yo  jamás  haría  eso!  Y  ahora
           estaba aquí haciendo eso precisamente. Empezó a darse cuenta de lo profunda que se

           había hecho en el ser humano la división entre la parte del cerebro que controla los
           pensamientos  y  acciones  conscientes  y  el  mesencéfalo,  que  transmite  reacciones
           instintivas.  Es  extraño  que  uno  pueda  verse  empujado  a  seguir,  pese  a  las

           advertencias que le transmite esa parte instintiva, tan similar por su estructura física
           al encéfalo del cocodrilo. El cerebro podía obligarle a uno a seguir hasta que la puerta
           del ático se abriera de pronto a un horror inenarrable, o una se encontrara en el sótano

           ante un nicho a medio cerrar y viera...
               Susan apartó esos pensamientos y se dio cuenta de que estaba sudando. Nada más
           que por la simple visión de una casa vieja con los postigos cerrados. A ver si dejas de

           ser tan estúpida, se dijo. Simplemente, vas a subir hasta allí para espiar un poco, nada
           más. Desde el patio de delante puedes ver tu propia casa. Y dime, en nombre de Dios,

           ¿qué te puede ocurrir a la vista de tu propia casa?
               A pesar de todo, se encorvó un poco y aferró con más fuerza la estaca, y cuando
           la pantalla de los árboles se hizo demasiado tenue para servirle de protección, empezó
           a arrastrarse a cuatro patas. Tres o cuatro minutos después había avanzado todo lo

           posible sin quedar al descubierto. Desde su escondite tras un último grupo de pinos y
           una mata de juníperos, podía distinguir el lado oeste de la casa y el enmarañado cerco

           de  madreselvas»  desnudadas  ahora  por  el  otoño.  El  césped  del  verano,  aunque
           amarillento por la falta de riego, todavía llegaba a la altura de la rodilla. Nadie se
           había molestado en cortarlo.
               De pronto un motor rugió en el silencio, y a Susan el corazón se le subió a la

           garganta.  Se  dominó,  hincando  los  dedos  en  la  tierra  mientras  se  mordía  el  labio
           inferior.  Un  momento  después  apareció  un  viejo  coche  negro  que  se  detuvo  al

           término  del  camino  de  entrada  y.  después  tomó  por  la  carretera  en  dirección  al
           pueblo. Antes de que se perdiera de vista, Susan distinguió á su ocupante: calvo y con
           una gran cabeza, con los ojos tan hundidos que sólo se veían las cuencas, y un traje
           oscuro. Straker. Probablemente fuera a la tienda de Crossen,

               Susan vio que la mayoría dé los postigos tenían tablillas rotas. Pues muy bien; Se
           acercaría a espiar por allí cuanto le fuera posible. Probablemente, todo lo que vería

           sería una casa en las primeras etapas de un largo proceso de reparación; debían de
           estar  blanqueando  y  quizá  empapelando,  y  todo  estaría  lleno  de  herramientas,
           escaleras y cubos. Más o menos tan romántico y sobrenatural como ver un partido de

           fútbol por la televisión.
               Pero el miedo seguía presente.
               Se elevó de pronto un brote de emoción derramado sobre la lógica, brillante y

           razonable superficie de fórmica del cerebro, que le llenó la boca de un sabor terroso.




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