Page 316 - El Misterio de Salem's Lot
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Su discurso había hecho que Ben levantara poco a poco la cabeza. En su rostro
apareció cierta animación. Ahora, una débil sonrisa le distendió la boca.
—Sí, eso mismo —susurró—. Pero no mañana; esta noche. Ahora mismo...
La mano de Matt le aferró por el hombro con sorprendente energía,
—Esta noche, no. Esta noche la pasaremos juntos... tú y yo, con Jimmy y el
padreCallahan, y Mark y sus padres. Ahora, él sabe y está asustado. Únicamente un
loco o un santo se atrevería a acercarse a Barlow cuando está despierto. Y ninguno de
nosotros es nada de eso. —Cerró los ojos antes de seguir hablando en voz baja—.
Pero creo que estoy empezando a conocerlo. Aquí tendido en esta cama de hospital y
jugando al detective, trato de anticipar sus acciones poniéndome en su lugar. Hace
siglos que existe, y es inteligente. Pero su carta demuestra que es también un
egocéntrico. ¿Y por qué no habría de serlo? Su yo ha crecido como una perla, por
sucesivos sedimentos, hasta hacerse enorme y ponzoñoso. Está lleno de orgullo. Y su
sed de venganza debe ser arrolladora pero tal vez al mismo tiempo algo que se puede
aprovechar.
Abrió los ojos para mirar con solemnidad a ambos, y elevó ante sí la cruz.
—A él, esto le detendrá, pero es probable que no detenga a alguien a quien él
decida usar, como lo hizo con Floyd Tibbits. Creo que es posible que esta noche
intente eliminar a algunos de nosotros... o tal vez a todos.
Miró a Jimmy.
—Me parece que cometisteis un error dejando que Mark y el padre Callahan
fueran a casa de los padres de Mark. Les podríamos haber llamado desde aquí»
pidiéndoles que vinieran, todavía sin saber nada. Ahora estamos separados... y me
preocupa especialmente el niño. Jimmy, sería mejor que los llamaras... sin tardanza.
—De acuerdo —dijo Jimmy, y se levantó.
Matt miró a Ben.
—¿Te quedarás con nosotros? ¿Lucharás con nosotros?
—Sí —respondió Ben con voz ronca— Claro que sí.
Jimmy salió de la habitación de Matt, se dirigió por el pasillo a la sala de
enfermeras y buscó en la guía telefónica el número de los Petrie. Lo marcó y se
quedó escuchando con horror cuando, enjugar del tono de llamada, el auricular le
transmitió el tono chillón de una línea fuera de servicio.
—Ya es tarde —gimió.
Al oír su voz, la supervisora de enfermeras levantó la cabeza y se quedó aterrada
ante la expresión de su cara.
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