Page 336 - El Misterio de Salem's Lot
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En Solar, la oscuridad era total.
A las doce menos diez, a Charlie Rhodes le despertó un bocinazo prolongado. Se
incorporó en su cama.
¡Su autobús!
Inmediatamente pensó: ¡Malditos mocosos!
Los chicos habían tratado otras veces de hacerle cosas así. Bien los conocía él a
esos pequeños miserables. Una vez le habían desinflado los neumáticos, y aunque él
no vio quién lo hacía, vaya si lo sabía. Había ido a ver a ese maldito subdirector para
acusar a MikePhilbrook y Audie James. Él sabía que eran ellos... ¿acaso hacía falta
verlos?
«¿Está usted seguro de que fueron ellos, Rhodes?»
«¿No se lo he dicho ya, acaso?»
Y a ese idiota no le había quedado otro remedio, había tenido que castigarlos.
Después, una semana más tarde, el infeliz lo había llamado a su despacho.
«Rhodes, hoy castigamos a Andy Garvey.»
«¿Aja? No me sorprende. ¿Qué hizo?»
«Bot Thomas lo sorprendió mientras estaba desinflando los neumáticos de su
autobús»
Y había clavado en Charlie Rhodes una larga y fría mirada apreciativa.
Bueno, y si había sido Garvey en vez de Philbrook y James, ¿qué? Todos andaban
juntos, todos eran unos gamberros, todos se merecían que les aplastaran los sesos.
Y ahora le llegaba desde fuera el lamento enloquecedor del claxon, agotando su
batería:
HOONK, HOONK, HOOOONK...
—Hijos de mala madre —masculló mientras se levantaba de la cama.
Se enfundó los pantalones sin encender la luz. Si encendía la luz los muy
cabroncetes escaparían.
En otra ocasión, alguien le había puesto una bosta de vaca en el asiento del
conductor, y bastante idea tenía él de quién lo había hecho. Se podía leer en sus ojos.
Eso lo había aprendido durante la guerra. Y el asunto de la bosta de vaca lo había
arreglado a su manera. Durante tres días, a más de seis kilómetros del pueblo, hizo
apearse de su autobús a aquel pequeño bastardo. Finalmente, el niño se le acercó
llorando.
«Yo no hice nada, señor Rhodes. ¿Por qué me echa del autobús?»
«¿A llenarme el asiento de bosta le llamas nada?»
«Pero si no fui yo. Por Dios que no fui yo.»
Bueno, pero es que había que saber tratarlos. Eran capaces de mentir a su propia
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