Page 345 - El Misterio de Salem's Lot
P. 345
Los árboles que rodeaban el pabellón situado en el lado norte del hospital estaban ya
semidesnudos, y las ramas negras se dibujaban contra el gris del cielo como las
gigantescas letras de un alfabeto desconocido. La carretera 30, que al salir del pueblo
describía una curva hacia el este, estaba brillante como la piel de una foca, y un coche
que pasaba con las luces traseras todavía encendidas dejó un maligno reflejo rojo
sobre el asfalto.
Ben se levantó y miró alrededor. Matt dormía con un ritmo respiratorio regular,
aunque superficial. Jimmy también estaba dormido, tendido en el único diván de la
habitación. Al ver en las mejillas de éste la barba de tres días, que le daba un aspecto
no muy propio de un médico, Ben se pasó la mano por la cara. Raspaba.
—Es hora de salir, ¿no? —preguntó Mark.
Ben asintió con la cabeza. Por su mente pasó la visión del día que se abría ante
ellos y que podría traerles muchas cosas desagradables, y sintió deseos de evitarlo. La
única manera de cumplir con lo que debían hacer sería no pensar en nada con más de
diez minutos de antelación. Miró a Mark y vio en su rostro una ansiedad terrible.
Se levantó y fue a despertar a Jimmy.
Jimmy refunfuñó, debatiéndose en su diván como un nadador que regresa de
aguas muy profundas. La cara se le contrajo, los párpados aletearon y, al abrirse, los
ojos reflejaron por un momento un terror inenarrable. Miró a ambos, sin
reconocerlos.
—Ah... Era un sueño —balbuceó.
Mark hizo un gesto comprensivo.
—El día —murmuró Jimmy.
Se levantó, fue hacia la cama de Matt y le cogió la muñeca para tomarle el pulso.
—¿Está bien? —preguntó Ben.
—Me parece que está mejor que anoche —respondió Jimmy—. Ben, quiero que
salgamos los tres en el ascensor de servicio, por si anoche alguien se fijó en Mark.
Cuanto menos nos arriesguemos, mejor.
—¿No le pasará nada al señor Burke por quedarse solo? —preguntó Mark,
—Creo que no —contestó Ben—. Tendremos que confiar en que se las arregle
por su cuenta. Nada le gustaría más a Barlow que mantenernos inmovilizados un día
más.
Salieron de puntillas al corredor y se dirigieron al ascensor de servicio. A esa hora
comenzaba el movimiento en la cocina. Una de las cocineras saludó con la mano a
Jimmy.
—Hola, doctor.
Nadie más les dirigió la palabra.
—¿Dónde vamos primero? —preguntó Jimmy—. ¿Al colegio de Brock Street?
—No —decidió Ben—. Eso lo haremos por la tarde, ahora habrá demasiada gente
www.lectulandia.com - Página 345