Page 346 - El Misterio de Salem's Lot
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allí. Mark, ¿salen temprano los más pequeños?
               —A las dos de la tarde.
               —Entonces tendremos bastantes horas de luz. Vamos primero a casa de Mark, a

           preparar estacas.



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               A medida que iban acercándose a Solar, en el Buick de Jimmy fue condensándose
           una nube de terror casi palpable, y la conversación languideció. Cuando Jimmy salió
           de  la  carretera  al  llegar  al  gran  cartel  luminoso  que  anunciaba  CARRETERA  12
           JERUSALEM'S LOT condado de CUMBERLAND, Ben recordó que por ese camino

           habían regresado él y Susan la primera noche que salieron juntos, cuando ella había
           querido ver una película de persecuciones en automóvil.

               —Qué  mal  está  esto  —comentó  Jimmy,  cuyo  rostro  infantil  estaba  pálido  y
           reflejaba cólera y miedo—. Por Dios, si es algo que casi se huele.
               Y  vaya  si  se  huele,  pensó  Ben  aunque  el  olor  era  más  mental  que  físico,  una
           especie de emanación psíquica de las tumbas.

               La  carretera  12  estaba  casi  desierta.  Por  el  camino  pasaron  junto  al  pequeño
           camión de reparto de leche de Win Purimon, abandonado allí. Jimmy le dirigió una

           mirada interrogante, pero Ben sacudió la cabeza.
               —Ahí no está.
               Jimmy se golpeó la pierna con el puño.

               Pero mientras entraban en el pueblo, Jimmy exclamó con una absurda sensación
           de alivio:
               —¡Mirad, el bar de Crossen está abierto!

               Y así era. Milt estaba fuera, cubriendo con un plástico sus estantes de periódicos,
           y junto a
               él, enfundado en un impermeable amarillo, se veía a Lester Silvius.

               —Pero no veo a ninguno de los demás —comentó Ben.
               Milt les saludó con la mano, y a Ben le pareció distinguir una expresión tensa en
           el  rostro  de  los  dos  hombres.  En  la  funeraria  de  Foreman  seguía  el  cartel  de

           «Cerrado».  También  la  ferretería  estaba  cerrada,  y  la  tienda  de  Spencer,  con  las
           cortinas bajadas. El restaurante seguía abierto, y después de haber pasado frente a él,
           Jimmy  arrimó  su  Buick  a  la  acera,  delante  de  la  nueva  tienda.  Por  encima  del

           escaparate  unas  sencillas  letras  doradas  seguían  anunciando:  «Barlow  y  Straker
           Antigüedades.» Y pegado a la puerta, como había dicho Callahan, un letrero escrito a
           mano con la pulcra caligrafía que todos reconocieron, la misma de la nota que habían

           leído el día anterior: «Cerrado hasta nuevo aviso.»




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