Page 372 - El Misterio de Salem's Lot
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con facilidad, con una sola mano.
Con un pequeño empujón consiguió que el ataúd se inclinara, con la sensación de
que el enorme peso era mantenido en equilibrio por contrapesos invisibles. Algo
golpeó en el interior contra los lados. Con una sola mano, Ben soportaba el peso del
féretro.
—Levanta la otra parte —dijo a Mark.
Mark obedeció, y el otro extremo se levantó fácilmente, mientras el rostro del
chico se llenaba de júbilo y perplejidad.
—Creo que podría sostenerlo con un dedo.
—Es muy probable. Por fin la situación nos es favorable. Pero tenemos que
darnos prisa.
Pasaron el ataúd a través de la puerta destrozada. Pareció que la parte más ancha
iba a atascarse, pero Mark empujó y lo hizo pasar con un chirrido de madera. Lo
llevaron donde estaba tendido el cuerpo de Jimmy, cubierto con los cortinajes de Eva
Miller.
—Aquí está, Jimmy —dijo Ben—. Aquí lo tienes. Bájalo, Mark.
Una vez más consultó el reloj: las 18.45. Ahora, la luz que entraba desde arriba,
por la puerta de la cocina, era de un gris ceniciento.
—¿Ya? —preguntó Mark.
Los dos se miraron por encima del ataúd.
—Sí —respondió Ben.
Juntos bregaron contra los sellos y cerraduras del féretro, hasta que saltaron con
un chasquido. Levantaron la tapa.
Barlow apareció ante Mark y Ben, con los ojos abiertos, llameantes.
Ahora era un hombre joven, de pelo negro y lustroso, que se derramaba sobre la
almohada de satén de su estrecho reducto. La piel se veía resplandeciente de vida, las
mejillas sonrosadas como el vino. Los dientes se curvaban, sobre los labios sensuales,
mostrando intensas vetas amarillentas, como el marfil.
—Es... —empezó a decir Mark, pero no pudo seguir.
Los ojos encarnados de Barlow giraron en sus órbitas, llenándose de una vida
abominable, con una burlona expresión de triunfo. Se clavaron en los ojos de Mark y
la mirada del chico se hundió insondablemente en ellos, mientras sus ojos se volvían
lejanos e inexpresivos.
—¡No le mires! —gritó Ben, pero era demasiado tarde.
Le apartó de un golpe. Súbitamente y emitiendo un profundo gemido, el chico
atacó a Ben. Tomado por sorpresa, éste retrocedió tambaleante. Un momento más
tarde, las manos de Mark se introdujeron en el bolsillo de la chaqueta, en busca de la
pistola de Homer McCaslin.
—¡No, Mark!
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