Page 74 - El Misterio de Salem's Lot
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Floyd dejó el periódico.
               —¿Adoradores de Satán en Solar? Vamos, Dell. Debes de estar chiflado.
               —Son  los  chicos  los  que  se  están  volviendo  locos  —insistió  Dell—.  Ya  verás

           como es cierto. La próxima novedad será que están haciendo sacrificios humanos en
           el prado de los Griffen. ¿Quieres otro vaso?
               —No, gracias. —Floyd se bajó del taburete—. Creo que será mejor que vaya a

           ver al tío Win. Adoraba a su perro.
               —Dale mis saludos —pidió Dell mientras volvía a guardar el periódico, que esa
           noche  se  convertiría  en  principal  artículo  de  exhibición—.  Dile  que  lamento  lo

           sucedido.
               Mientras se dirigía hacia la puerta, Floyd se detuvo para comentar:
               —¿Así que lo colgaron de las alcayatas? Mierda, me gustaría echar el guante a los

           gamberros que lo hicieron.
               —Adoradores del diablo —volvió a decir Dell—. A mí no me sorprendería. No sé

           qué le pasa a la gente hoy en día.
               Floyd  se  fue.  El  chico  de  Bryant  insertó  otra  moneda  en  el  jukebox  y  Dick
           Curless empezó a cantar Enterradme con la botella.




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               —Volved  temprano  a  casa  —dijo  Marjorie  Glick  a  su  hijo  mayor,  Danny—.
           Mañana hay que ir a la escuela, y quiero que tu hermano esté acostado a las nueve y

           cuarto. —En realidad no veo por qué tengo que llevarlo —protestó Danny mientras
           restregaba los pies contra el suelo. —No tienes que llevarlo —precisó Marjorie con
           peligrosa afabilidad—. Siempre puedes quedarte en casa. Se volvió hacia la mesa de

           la cocina, donde estaba limpiando pescado, y Ralphie le sacó la lengua. Danny le
           amenazó con el puño cerrado, pero el torpe de su hermano se limitó a sonreír.
               —Volveremos  —prometió,  y  se  dirigió  a  la  puerta  de  la  cocina  seguido  de

           Ralphie.
               —A las nueve.
               —Sí... está bien.

               En la sala. Tony Glick estaba sentado frente al televisor, mirando un partido de
           béisbol.
               —¿Adonde vais, chicos?

               —A casa de Mark Petrie, el chico nuevo —contestó Danny.
               —Sí —se le unió Ralphie—. Vamos a ver los... trenes eléctricos que tiene.
               Dany lanzó a su hermano una mirada furibunda, pero su padre no advirtió ni la




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