Page 73 - El Misterio de Salem's Lot
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Dejó sobre el mostrador un billete de un dólar, se sirvió la cerveza, se la bebió
           ávidamente y volvió a servirse. En ese momento no había otros parroquianos que un
           hombre joven con el mono azul de la compañía telefónica: El chico de Bryant, pensó

           Floyd.  Estaba  bebiendo  cerveza  en  una  mesa,  mientras  escuchaba  la  melancólica
           canción de amor que sonaba en el tocadiscos.
               —¿Y  qué  hay  de  nuevo  en  el  pueblo?  —preguntó  Floyd,  aunque  ya  sabía  la

           respuesta.
               Nada  nuevo,  en  realidad.  Tal  vez  alguien  hubiera  aparecido  borracho  en  el
           instituto, pero no se le ocurría nada más.

               —Bueno, alguien mató al perro de tu tío. Ésa es la novedad.
               El vaso de Floyd se detuvo antes de llegar a la boca.
               —¿Qué? ¿A Doc, el perro del tío Win?

               —Exactamente.
               —¿Lo atropello un coche?

               —Parece que no. Mike Ryerson lo encontró, cuando iba a Harmony Hill a cortar
           el césped.
               Doc estaba colgado de las alcayatas que hay en lo alto del portón del cementerio,
           totalmente desgarrado.

               —¡Menuda canallada!—exclamó Floyd, atónito.
               Dell asintió con gravedad, satisfecho de la impresión que había causado. Sabía

           algo  más  que  esa  tarde  tenía  en  vilo  a  todo  el  pueblo:  que  a  la  chica  de  Floyd  la
           habían visto con el escritor que se alojaba en la pensión de Eva. Pero era mejor que
           Floyd lo descubriera por sí mismo.
               —Ryerson  le  trajo  el  cadáver  a  Parkins  Gillespie  —continuó—.  Él  piensa  que

           posiblemente el perro ya estaba muerto y algunos granujas lo colgaron por divertirse.
               —Gillespie no sabe lo que dice.

               —Tal vez no. Te diré lo que pienso. —Dell se inclinó hacia adelante, afirmándose
           en sus antebrazos—. Pienso que han sido los chicos, demonios, eso es seguro. Pero
           puede ser algo más grave que una broma. Oye, mira esto. —Buscó debajo de la barra,
           sacó un periódico y lo extendió sobre el mostrador, abierto por una página del medio.

               Floyd  lo  levantó.  El  encabezamiento  rezaba:  ADORADORES  DE  SATÁN
           PROFANAN  IGLESIA.  Leyó  rápidamente  la  noticia.  Un  grupo  de  muchachos  se

           había  metido  en  una  iglesia  católica  de  Clewiston,  Florida,  poco  después  de
           medianoche,  para  practicar  allí  algún  tipo  de  ritos  profanos.  El  altar  había  sido
           profanado, había palabras obscenas escritas en los bancos, los confesionarios y la pila

           de agua bendita, y en los escalones que conducían a la nave se habían encontrado
           manchas de sangre. Los análisis habían confirmado que aunque parte de la sangre era
           de  algún  animal  (se  pensaba  en  un  chivo),  la  mayor  parte  era  humana.  El  jefe  de

           policía de Clewiston admitía que de momento no tenían pista alguna.




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