Page 72 - El Misterio de Salem's Lot
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—Vaya si lo soy.
—Muy bien —asintió Bill, y entró en la casa.
La previsión de lluvia de Babs Griff en erró por kilómetros, y la comida en el
patio del fondo fue sobre ruedas. Se levantó una suave brisa que, unida a las
bocanadas de humo de nogal que subían de la barbacoa, consiguió mantener alejados
a los mosquitos. Las mujeres llevaron los platos de cartón y los condimentos, y
volvieron a beberse una cerveza cada una, riendo mientras Bill, hábil en vencer las
jugarretas del viento, le ganaba a Ben al badminton por 21-6. Ben agradeció la oferta
de jugar la revancha, señalando con desgana su reloj.
—Estoy escribiendo otro libro —explicó— y me faltan seis páginas para cumplir
con la cuota fijada para hoy. Si sigo bebiendo, mañana por la mañana no podré releer
lo que llevo escrito.
Susan le acompañó hasta la puerta; Ben había venido a pie desde el pueblo. Bill
asentía para sus adentros mientras apagaba el fuego. Ben había dicho que era un tipo
serio, y él le tomaba la palabra. No se había esforzado por impresionar a nadie, pero
un hombre que trabajaba después de la cena no podía menos que dejar recuerdo de su
nombre, y probablemente en mayúsculas.
Ann Norton, sin embargo, no se sentía tranquila del todo.
17
19.00 h.
Floyd Tibbits entró en el aparcamiento de Dell's diez minutos después que
Delbert Markey, propietario y barman, hubiera encendido el nuevo cartel del frente.
El cartel proclamaba DELI/S en letras de casi un metro de alto, y el apostrofe era un
vaso de whisky. Fuera, el resplandor del sol había sido sustituido en el cielo por el
púrpura creciente del crepúsculo, y en las depresiones del terreno no tardaría en
empezar a acumularse la niebla.
En una hora empezarían a aparecer los habituales clientes nocturnos.
—Hola, Floyd —saludó Dell mientras sacaba una Michelob de la nevera—. ¿Qué
tal el día?
—Bien —respondió Floyd—. Parece una buena cerveza.
Era un hombre alto que lucía una bien recortada barba de color arena y vestía
pantalones de deporte de punto y una americana informal. Era el subdirector de
créditos, y su trabajo le gustaba de esa manera ausente que en cualquier momento
puede convertirse en aburrimiento. Floyd se sentía a la deriva, pero la sensación no
era desagradable. Y estaba Suze, una chica excelente. No tardaría en llegar por allí, y
Floyd pensó que entonces tendría que hacerse valer.
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