Page 68 - El Misterio de Salem's Lot
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reemplazados, y le daban a la casa un aspecto ciego y furtivo que no había tenido
antes.
Sus labios se movieron como si formaran palabras que nadie, ni el propio Ben,
pudiera comprender.
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17.00 h.
Matthew Burke salió del instituto y atravesó el aparcamiento vacío en busca de su
viejo Chevy Biscayne, todavía con las cubiertas para la nieve del año anterior.
Contaba sesenta y tres años y le faltaban dos para la jubilación obligatoria;
todavía se dedicaba plenamente a sus clases de inglés y actividades extraescolares. La
actividad del otoño era la representación teatral del instituto, y Burke acababa de dar
término a las lecturas de una farsa en tres actos, El problema de Charley. Había
conseguido la pléyade habitual de nulidades, tal vez una docena de catetos que por lo
menos podrían memorizar sus líneas (y que las dirían después con temblorosa
monotonía) y tres chicos que tenían condiciones. £1 viernes organizaría el reparto y
empezaría a ensayar en la próxima semana. De ahí al 30 de octubre, fecha del
estreno, el elenco tendría tiempo para prepararse lo mejor posible. Matt sustentaba la
teoría de que una representación en el instituto debía ser como un bote de sopa de
letras Campbell: insípida pero relativamente inofensiva. Asistirían los familiares, y se
quedarían encantados. También asistiría el crítico teatral del Ledger, de Cumberland,
y caería en un éxtasis polisilábico, el que se esperaba de él frente a cualquier
producción local. La Miss elegida (que probablemente ese año fuera Ruthie Crockett)
se enamoraría de algún miembro del reparto, y lo más probable era que perdiera la
virginidad después de la fiesta de los actores. Y luego, Matt tomaría las riendas en el
Club de Debate.
A los sesenta y tres años, la enseñanza seguía siendo un placer para él. En cuanto
a la disciplina era lamentable, con lo que había anulado cualquier posibilidad de
llegar a la administración (sus ojos eran demasiado soñadores para poder ejercer con
eficacia el puesto de ayudante de dirección), pero la falta de disciplina jamás había
sido obstáculo para él. Matt había leído los sonetos de Shakespeare en aulas de clase
heladas, donde las cañerías se quejaban y volaban aviones y bolitas de papel
humedecido con saliva, se había sentado sobre tachuelas y las había puesto a un lado
con aire distraído mientras decía a la clase que abrieran la Gramática por la página
467, se había encontrado con grillos, sapos y hasta con una culebra al abrir los
cajones para sacar el papel en que sus alumnos tenían que escribir sus redacciones.
Había recorrido la lengua inglesa a lo largo y a lo ancho, como un solitario Viejo
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