Page 63 - El Misterio de Salem's Lot
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acuerdo si usted compensa la diferencia, con el precio más bajo que sea aceptable.
           Menos la comisión de usted, claro.
               —¿De dónde saca usted su información?

               —No es cosa que deba preocuparle, señor Crockett. Segunda condición. Usted no
           dirá  nada  de  la  transacción  que  hemos  hecho  hoy  aquí.  Nada.  Si  alguna  vez  le
           preguntan, lo único que usted sabe es lo que yo le dije... que somos dos socios y

           tenemos intención de abrir una tienda para turistas y visitantes veraniegos. Esto es
           muy importante.
               —No soy un charlatán.

               —De todas maneras, ha de entender que esta condición es fundamental. Puede
           llegar  el  momento,  señor  Crockett,  en  que  usted  quiera  contarle  a  alguien  la
           espléndida operación que ha hecho hoy. Si lo hace, me enteraré y le arruinaré. ¿Me

           entiende?
               —Habla usted como un espía de película barata —dijo Larry.

               Su voz sonaba tranquila, pero en su interior sentía el estremecimiento del miedo.
           Las palabras le arruinare habían sido articuladas con el mismo tono que encantado de
           conocerle,  y  eso  daba  a  la  afirmación  un  inquietante  acento  de  verdad.  ¿Y  cómo
           diablos se había enterado ese payaso de la existencia de Frank Walsh? Ni siquiera la

           mujer de Larry sabía nada de Frank Walsh.
               —¿Me enriende, señor Crockett?

               —Sí —respondió Larry—. Estoy acostumbrado a jugar sin mostrar las cartas.
               Straker volvió a dedicarle una tenue sonrisa.
               —Seguro. Por eso estoy haciendo negocios con usted. —¿La tercera condición?
           —La  casa  necesitará  algunas  reformas.  —Es  una  manera  de  hablar—asintió

           secamente Larry. —Mi socio piensa ocuparse personalmente de ello, pero usted será
           su agente. De vez en cuando se pedirá algo. Algunas veces necesitaré los servicios de

           los obreros que usted emplee para traer ciertas cosas, ya sea a la casa o a la tienda.
           Usted no hablará de esos servicios. ¿Entendido?
               —Sí, entendido. Ustedes no son de por aquí, ¿no?
               —¿Tiene importancia? —Straker enarcó las cejas.

               —Pues claro. Esto no es Boston ni Nueva York. No se reduce todo a que yo cierre
           la  boca.  La  gente  hablará.  En  Railroad  Street  hay  una  gallina  vieja  que  se  llama

           Mabel Werts y se pasa todo el día frente a su ventana con unos prismáticos.»
               —La  gente  del  pueblo  no  me  interesa,  ni  le  interesa  a  mi  socio.  La  gente  del
           pueblo siempre habla, pero pronto nos aceptarán.

               Larry se encogió de hombros.
               —De acuerdo.
               —Usted pagará todos los servicios y guardará las facturas y las cuentas, que se le

           rembolsarán. ¿Está de acuerdo?




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