Page 66 - El Misterio de Salem's Lot
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Susan Norton entró en el salón de belleza, saludó con una sonrisa a Babs Griffen
           (la hermana mayor de Hal y de Jack) y dijo:
               —Me alegra que hayas podido darme hora con tan poco tiempo.

               —A  mitad  de  semana  no  es  problema  —respondió  Babs  mientras  encendía  el
           ventilador—. Uf, qué bochorno. Esta tarde tendremos tormenta.
               Susan miró el cielo, de un azul inmaculado.

               —¿Tú crees?
               —Sí. ¿Cómo lo quieres?
               —Natural —indicó Susan, pensando en Ben Mears—. Como si no hubiera pasado

           por aquí.
               —Princesa —Babs se acercó con un suspiro—, eso es lo que piden todas.
               El  suspiro  difundió  el  aroma  a  fruta  de  la  goma  de  mascar,  mientras  Babs  le

           preguntaba a Susan si sabía que unos forasteros iban a abrir una tienda de muebles en
           la vieja lavandería de! pueblo. Por el aspecto, parecían cosas caras, pero ¿no sería

           bueno  si  tuvieran  una  lamparita  que  hiciera  juego  con  la  que  ella  tenía  en  su
           apartamento? ¿Y acaso irse de casa para vivir en el pueblo no era lo mejor que jamás
           se le hubiera ocurrido? ¿Y no había sido bueno el verano? Era realmente una pena
           que tuviera que acabarse.




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                                                      15.00 h.




               Bonnie Sawyer estaba tendida en la gran cama de matrimonio, en su casa de Deep

           Cut  Road.  Era  una  casa  sólida,  no  una  miserable  caravana,  y  tenía  cimientos  y
           sótanos. El marido de Bonnie, Reg, se ganaba sus buenos dólares como mecánico en
           la agencia Pontiac que Jim Smith regentaba en Buxton.

               Bonnie estaba desnuda, a no ser por un par de ligeras bragas azules, y miró con
           impaciencia el reloj que estaba sobre la mesita de noche: las 15.02. ¿Dónde estaría?
               Casi como si el pensamiento lo hubiera convocado, la puerta del dormitorio se

           entreabrió y Corey Bryant espió hacia el interior.
               —¿Todo bien? —susurró.
               Corey  tenía  sólo  veintidós  años,  y  hacía  dos  que  trabajaba  en  la  compañía

           telefónica. Esta relación con una mujer casada —y aún más con una tan espectacular
           como Bonnie Sawyer, que en 1973 había sido Miss del condado —le tenía debilitado,
           nervioso y excitado.

               Bonnie le sonrió, mostrando sus hermosos dientes.
               —Si  todo  no  estuviera  bien,  cariño  —contestó—,  ya  tendrías  en  el  cuerpo  un
           agujero como para mirar la televisión a través de él.




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