Page 37 - La iglesia
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caso y vaya con la cabeza bien alta. Todos hemos visto por la tele las pintas

               del  niñato  al  que  usted  hizo  comulgar  como  Dios  manda,  con  un  par  de
               hostias  bien  dadas,  y  todos  sabemos  que  es  el  típico  chulo  que  acabará
               estrellándose  con  el  coche  después  de  hartarse  de  priva,  pastillas  y  porros.
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                                                                                   ⁠
               —Volvió a colocar su mano en el antebrazo del sacerdote—. Somos muchos
               los que estamos con usted, no lo olvide.
                    Jiménez  metió  la  mano  en  el  bolsillo  y  sacó  un  blíster  de  Almax.  Le
               ofreció uno al padre Ernesto, pero este lo rechazó. Se metió dos en la boca y
               los masticó como si fueran cacahuetes.

                                                                                                       ⁠
                    —El  día  menos  pensado  las  inritaciones  acabarán  conmigo  —se
               lamentó⁠—, y si no lo hacen las inritaciones, lo harán las medicinas. Por la
               mañana me tomo un antidepresivo, para no suicidarme; luego un ansiolítico,
               para no matar a mi mujer, luego la de la tensión, para no morirme; a mediodía

               la del colesterol y la del azúcar, para comer lo que me salga del nabo. ¡Ah, me
               olvidaba del Omeprazol! Esa es para que no me reviente el estómago con toda
               la mierda que me meto. Una vez me despisté y me comí las pastillas del perro,
               padre, así ando…

                    Lo último que le apetecía al padre Ernesto era reírse, pero no tuvo más
               remedio que hacerlo. Aquel tipo era todo un personaje. En cuanto se sintió
               mejor de sus ardores de estómago, Jiménez continuó elogiando a su ciudad.
                    —Otra  ventaja  de  Ceuta  es  que  no  hace  falta  coche  para  nada.  Y  si  es

               usted playero, puede elegir entre bañarse en el Mediterráneo o en el Atlántico,
               a ver qué ciudad tiene cojones de tener dos mares. ¡Ah, y no olvide visitar el
               Parque Marítimo del Mediterráneo! Ahí también se puede bañar en verano, o
               tomar una copa por la noche.

                    —Lo pinta usted como un resort de vacaciones.
                    —Ya verá que no exagero. ¡Ah, otra cosa! Si ha oído historias raras de los
               moros, ni caso: la mayoría son buena gente, más respetuosos y educados que
               muchos cristianos. Eso sí, el moro que sale hijo puta, es más hijo puta que

               nadie.
                    El ferry cruzó la bocana y enfiló proa hacia el muelle de atraque. El pasaje
               comenzó a recoger bultos y a moverse hacia la puerta de salida, aún cerrada.
               A  través  del  sistema  de  megafonía,  una  voz  femenina  trilingüe  instó  a  los

               propietarios de los vehículos a bajar al garaje.
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                    —¿Quiere que le acerque a algún sitio, padre? —se ofreció Jiménez—.
               Traigo coche, y no me cuesta trabajo llevarle.
                    —Se lo agradezco, pero me esperan en el puerto.







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