Page 39 - La iglesia
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atrás supermercados, tiendas de electrónica, almacenes de artículos deportivos

               y concesionarios de coches. A la salida del puerto, al padre Ernesto le llamó
               la atención una escultura caricaturizada de un náufrago totalmente desnudo y
               con una gaviota posada en la cabeza.
                    —¡Vaya! ¿Quién es ese? —preguntó, señalando la estatua con el dedo.

                    —Pepe Caballa y la Pavana, unos personajes que aparecen en unas tiras
               cómicas de El Faro, un diario local. —⁠El padre Félix meneó la cabeza como
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               si la efigie no le hiciera demasiada gracia—. ¿Ha visto que le han puesto un
               pene enorme? Me parece de mal gusto…

                    —Pues a mí me parece muy gracioso. Esto… ¿Has dicho pavana?
                    —Así llaman en Ceuta a las gaviotas.
                    Ernesto asintió y cambió de tema.
                    —¿Puedo preguntarte algo, Félix?

                    —Claro.
                    —¿Siempre vistes de clériman?
                    La respuesta fue rotunda:
                                                                                           ⁠
                    —Sí.  Ojo,  que  respeto  a  los  que  vestís  de  seglar  —⁠aclaró—,  pero  me
               gusta que me identifiquen como quien soy: un ministro de Dios.
                    —Era por saberlo —dijo Ernesto, descubriendo el paisaje a través de la
               ventanilla del coche.
                    Dejaron  el  club  náutico  a  la  izquierda.  En  sus  muelles  había  más

               embarcaciones atracadas de las que se podían contar en una simple ojeada; en
               tierra, encajadas en unas estructuras metálicas especiales superpuestas, había
               muchas más.
                    —Una ciudad muy marinera, por lo que se ve —⁠opinó Ernesto.

                    —Dicen  que  hay  buena  pesca  y  unos  fondos  marinos  de  primera.  ¿Te
               gusta el buceo?
                    —Soy  más  bien  de  secano.  Eso  sí,  tengo  la  costumbre  de  ir  a  correr  a
               diario, a veces hasta dos veces al día, si tengo tiempo.

                    —Pues tienes varias rutas interesantes para eso: la Carretera Nueva, que
               va hasta la frontera con Marruecos; el Monte Hacho, que tiene unas vistas
               increíbles…  O  Benzú,  donde  hay  otra  frontera  con  el  país  vecino.  Y  si  te
               sientes con energías, le das la vuelta al Monte García Aldave. No te aburrirás

                  ⁠
               —profetizó.
                    Enfilaron el paseo de la Marina Española, desde el que se contemplaba el
               Estrecho de Gibraltar en todo su esplendor. El Peñón, por obra y gracia del
               poniente, se dibujaba sobre el mar en alta resolución.







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