Page 53 - Las ciudades de los muertos
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A las ocho era ya noche cerrada y el cielo estaba particularmente oscuro. Nos
encontramos en el embarcadero. Henry iba acompañado de dos jóvenes, que cargaban
con su equipo.
—Suerte que ya has llegado —le dije—. Khmim no hubiera esperado mucho más.
Larrimer obsequió al piloto con una generosa propina.
—Por todas las molestias.
Era perder el tiempo hablar con Khmim, puesto que no entendía el inglés, pero el
hombre se alegró con tan abundante propina y no necesitó traducción alguna.
En la orilla oeste, nos encontramos con el primer problema.
—Khorassi, el dueño de los animales, no nos dejará llevárnoslos durante toda la
noche a menos que venga con nosotros. Piensa que quieres robárselos.
—Eso es ridículo.
—Aun así…
Larrimer observó al hombre con desespero. Su pequeña aventura no empezaba
precisamente como él había imaginado.
—Bueno, podrá ayudarnos a cargar el equipo.
—Me parece que no lo comprendes —en el fondo debo confesar que defraudar
sus esperanzas me producía una cierta alegría—. No es un trabajador asalariado sino
el dueño de un negocio y espera que le pagarás por el tiempo que pierda con nosotros
y que además alquilarás otro burro para él.
—¡Eso es un fraude!
—¿Le digo a Khmim que nos espere con el barco? Todavía podríamos regresar a
Luxor.
Puso mala cara.
—Mierda… Dile que le pagaré, pero únicamente si nos ayuda a transportar las
cámaras y aparatos. Mierda.
Discutí el asunto con Khorassi y el egipcio aceptó. Ambos sabíamos que no tenía
la más mínima intención de ayudar, pero se limitó a sonreír durante toda nuestra
conversación ante la ingenuidad del joven americano. Aun así, exigió el dinero.
Observé desalentado a Larrimer.
—Dice que nos ayudará, pero que quiere el dinero por adelantado.
Larrimer le lanzó una mirada enojada, pero luego se acercó y le colocó un billete
en la mano.
—Esto será más que suficiente —escupió sobre una roca, en la oscuridad—.
Mierda. Bueno, en marcha. Encendamos las luces.
Entre Larrimer y yo descargamos las cosas del transbordador y las colocamos
sobre los burros. Pareció no darse cuenta… o, tal vez, optó por no darse cuenta de
que Khorassi permaneció a un lado, observándonos y conversando con Khmim.
Intercambiaron unos cuantos comentarios irónicos en árabe y al poco rato el piloto
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