Page 49 - Las ciudades de los muertos
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de  las  colinas  situada  más  arriba  del  templo  de  Dayr  al-Baharl.  Había  docenas  de
           momias,  algunas  de  ellas  de  los  hombres  más  importantes  del  mundo  antiguo,
           apiñadas sin miramientos unas sobre otras. Fueron descubiertas por una familia de

           ladrones de tumbas, los Abd-er-Rasul.
               Henry  estaba  de  nuevo  examinando  los  relieves,  muy  concentrado.  Había
           encontrado un retrato de la diosa del cielo en uno de los registros de los dioses y lo

           observaba con atención.
               —Sí, recuerdo haber leído algo sobre eso cuando tenía unos diez o doce años y la
           imagen de un montón de momias amontonadas en esa oscura caverna me provocó

           más de una pesadilla. ¿Podremos visitarla?
               ¿Cómo iba yo a saber que iba a preguntarme eso?
               —No es de fácil acceso.

               —No importa.
               —Son tu tiempo y tu dinero. Si es ahí donde quieres ir…

               —Sí —siguió con el dedo la silueta de la diosa y luego me observó por encima
           del hombro—. Creo que será conveniente para mis propósitos.
               Sabía que no me contestaría, pero, aun así, no pude evitar preguntar:
               —¿Y cuáles son exactamente tus propósitos, Henry?

               Dio media vuelta hasta quedar frente a mí y apartó la luz de la linterna de su
           rostro. Sus ojos parecieron recoger la luz y brillaron en la oscuridad.

               —Todo a su debido tiempo, Howard. Ya habrá tiempo suficiente —por alguna
           razón su voz sonaba llena de tristeza—. ¿Querrías hacer algo por mí?
               Creo que su humor empezaba a darme un poco de miedo.
               —Sí, por supuesto. ¿Qué es lo que quieres?

               —Déjame solo durante un rato.
               De pronto, me volví receloso. Estaba empezando a pensar que Larrimer era en el

           fondo un místico. ¿Qué querría hacer a solas en una antigua tumba?
               —No creo que sea una buena idea. No conoces el camino de vuelta.
               —Es todo recto, Howard. ¿Cómo iba a perderme?
               —Hay  recodos  y  escaleras  en  el  corredor,  así  como  cámaras  laterales.  Podrías

           perderte con facilidad…
               —Por favor. Encontraré el camino.

               Era, evidentemente, actuar contra mi sentido común, pero no podía hacer nada
           más.
               —De acuerdo, pero no te demores demasiado y no te adentres mucho. Hay un

           profundo pozo justo un poco más allá y podrías romperte el cuello.
               Sin  embargo,  decidí  no  abandonarlo  por  completo  y  esperé  en  lo  alto  de  las
           escaleras, entre las cámaras quinta y séptima. El corredor se desviaba en ese punto,

           así  que  era  fácil  que  se  perdiese.  Cuando  lo  dejé  en  la  cámara,  estaba  mirando




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