Page 16 - Un café con sal
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—¿Que lo salvaste?
      Lizzy asintió y siseó para que nadie la oyera.

      —Me  lancé  contra  él  como  si  fuera  un  jugador  de  rugby  y  el  resultado  fue  que  sigue  vivo  y
  coleando y yo me destrocé un codo —explicó enseñándole el apósito que se había puesto después de
  ducharse.
      Incrédula, Triana murmuró:
      —Eso es fantástico.

      —¿Es fantástico tener el codo así? —se mofó.
      Triana, todavía sorprendida por aquello, indicó:
      —Eso te habrá hecho ganar muchos puntos con ese increíble caballero.

      —¿Puntos? ¿Para qué?
      —Para que no te despidan. Ya sabes que están haciendo reestructuración de plantilla y tú eres de
  las últimas en llegar.
      Al recordar lo que había hecho con el tema del café con sal, susurró:
      —Lo dudo.

      —No digas tonterías —insistió Triana y, al ver que ella la miraba, preguntó—: ¿No me digas que
  no sabes quién es ese trajeado inglés? —Lizzy negó con la cabeza y Triana cuchicheó—: Es el dueño
  del hotel, ni más ni menos.

      Al oír aquello, Lizzy se agarró a la mesa más cercana.
      No sólo había llamado hortera a los padres de aquel tipo, entre otras lindezas, además le había
  dado aquel maldito café con sal; mirando a su amiga, murmuró convencida de su corto futuro allí:
      —Creo que, ahora que sé quién es, tengo todos los puntos para que me despidan la primera.
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