Page 138 - La máquina diferencial
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corpulento y pequeño. Llevaba un bombín redondo encajado casi hasta las cejas. Se
           encontraba sobre las piernas estiradas del caballero de la tos y lanzó una acometida
           amenazadora con una cachiporra de cuero parecida a una salchicha.

               La sangre bajaba por el cuello de Mallory, que se vio invadido por una oleada de
           náuseas y mareo. Tuvo la sensación de que se iba a desmayar en cualquier momento,
           pero un instinto animal le dijo que, si se caía entonces, con toda seguridad lo matarían

           de una paliza.
               Se  volvió  y  huyó  del  callejón  tambaleándose.  Le  parecía  que  la  cabeza  le
           chirriaba como una carraca, como si se le hubieran soltado las suturas del cráneo.

           Una bruma roja giraba oleosa ante sus ojos.
               Se bamboleó un poco calle abajo y dobló una esquina jadeando. Se apoyó en una
           pared y se sujetó las rodillas con las manos. Un hombre respetable pasó a su lado con

           una  mujer  y  se  lo  quedó  mirando  con  una  cierta  expresión  de  asco.  Mallory  les
           devolvió una mirada furiosa y desafiante. Moqueaba y tenía la boca atorada por las

           náuseas.  Le  parecía  que  si  aquellos  bastardos  olían  su  sangre,  terminarían
           destrozándolo.
               Transcurrió  el  tiempo.  Pasaron  a  su  lado  más  londinenses  con  miradas  de
           indiferencia,  curiosidad,  leve  desaprobación...  Pensaban  que  estaba  borracho  o

           enfermo. Contempló entre lágrimas el edificio que había al otro lado de la calle, el
           cartel de hierro forjado y esmaltado con esmero de la esquina.

               Half Moon Street. Half Moon Street, donde vivía Oliphant.
               Buscó en el bolsillo el cuaderno de campo. Todavía estaba allí, y el tacto familiar
           de  su  sólida  encuadernación  de  cuero  fue  como  una  bendición.  Con  dedos
           temblorosos encontró la tarjeta de Oliphant.

               Cuando llegó a la dirección indicada, en el otro extremo de Half Moon Street, ya
           no hacía eses al andar. El terrible mareo había dado paso a unas dolorosas punzadas.

               Oliphant vivía en una mansión georgiana dividida para los inquilinos modernos.
           El  piso  bajo  tenía  una  sofisticada  barandilla  de  hierro  y  un  ventanal  cubierto  con
           cortinas que dominaba la tranquila vista de Green Park. Era, en todos los sentidos, un
           lugar agradable y civilizado, en absoluto adecuado para un hombre al que le dolía

           todo, que estaba aturdido y chorreaba sangre. Mallory aporreó con furia el llamador
           de cabeza de elefante.

               Abrió la puerta un sirviente que miró a Mallory de arriba abajo.
               —¿Puedo ayudarlo...? Oh, vaya. —Se volvió y alzó la voz para gritar—: ¡Señor
           Oliphant!

               Mallory  entró  bamboleándose  en  el  vestíbulo,  todo  elegantes  azulejos  y
           revestimientos  encerados.  Oliphant  apareció  casi  de  inmediato.  A  pesar  de  la  hora
           lucía un atuendo formal, con una pajarita diminuta y un crisantemo en el ojal.

               Pareció hacerse cargo de la situación con un simple y perspicaz vistazo.




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