Page 149 - La máquina diferencial
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de lord Charles Lyell, el intelectual cargado de medallas que actuaba como jefe de la
           facción uniformista.
               Era  probable,  pensó,  que  estos  tres  dignos  personajes  estuvieran  fuera  de  su

           alcance.  Pero  muy  bien  podría  sacar  unos  cuantos  datos  sobre  Peter  Foulke,  un
           siniestro canalla cuya telaraña de turbias intrigas era incluso más manifiesta.
               Mientras revolvía en su cesta de correo se convenció en gran medida de que, de

           alguna manera, lo conseguiría todo. Aquel misterioso asunto surgiría poco a poco,
           como los huesos astillados de su lecho de esquisto. Había vislumbrado los cadáveres
           que se ocultaban en los armarios de la elite radical. Ahora, si le daban tiempo y una

           oportunidad para trabajar, arrancaría el misterio entero de su matriz de piedra.
               Le llamó la atención un paquete de lo más inusual. No poseía las dimensiones
           habituales sino que era contundente y cuadrado, y lucía un pintoresco juego de sellos

           franceses urgentes. El sobre, de color amarillo marfileño, asombrosamente lustroso y
           rígido, estaba elaborado con una sustancia impermeable muy poco habitual, similar a

           la  mica.  Sacó  su  navaja  de  Sheffield,  seleccionó  la  más  pequeña  de  las  diferentes
           hojas y abrió el paquete.
               El  interior  contenía  una  única  tarjeta  de  calibre  napoleónico  para  máquinas
           francesas. Mallory, cada vez más alarmado, sacudió el sobre para sacar la tarjeta y

           ponerla sobre la mesa. Lo hizo con cierta dificultad, ya que el lustroso interior del
           envoltorio estaba húmedo, algo muy extraño. Había sido embadurnado con un rocío

           químico que emitía un hedor cada vez más virulento al quedar expuesto al aire.
               La  tarjeta,  en  blanco  y  sin  perforaciones,  lucía  un  pulcro  bloque  de  texto
           diminuto, de color negro y escrito por completo en mayúsculas.


                       «PARA  EL  DOCTOR  EDWARD  MALLORY,  PALACIO  DE
                  PALEONTOLOGÍA,  LONDRES:  ES  USTED  CULPABLE  DE  POSEER

                  UNA  PROPIEDAD  ROBADA  EN  EPSOM.  NOS  DEVOLVERÁ  LA
                  PROPIEDAD,  ENTERA  Y  COMPLETA,  SIGUIENDO  LAS  ÓRDENES
                  QUE SE LE DEN EN LAS COLUMNAS DE ANUNCIOS PERSONALES

                  DEL DAILY EXPRESS DE LONDRES. HASTA QUE RECIBAMOS ESTA
                  PROPIEDAD  SUFRIRÁ  USTED  UNA  VARIEDAD  DE  CASTIGOS
                  DELIBERADOS  QUE  CULMINARÁN,  SI  ES  NECESARIO,  EN  SU

                  TOTAL  Y  ABSOLUTA  DESTRUCCIÓN.  EDWARD  MALLORY:
                  CONOCEMOS  SU  NÚMERO,  SU  IDENTIDAD,  SU  HISTORIA  Y  SUS
                  AMBICIONES.  SOMOS  MUY  CONSCIENTES  DE  TODAS  SUS

                  DEBILIDADES.  LA  RESISTENCIA  ES  INÚTIL.  UNA  RÁPIDA  Y
                  ABSOLUTA  SUMISIÓN  ES  SU  ÚNICA  ESPERANZA.  CAPITÁN
                  SWING».


               Mallory  se  quedó  allí  sentado,  asombrado.  Los  recuerdos  volvían  a  echársele




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