Page 152 - La máquina diferencial
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el rostro rubicundo.
Era Francis Rudwick.
Había una leyenda debajo de la imagen. Una autopsia científica, decía. Al sujeto
«batracio» se le vacía y abre en una disección catastrófica. Primero de una serie.
—¡Dios de los cielos! —dijo Mallory.
—Archivo oficial del depósito de cadáveres de la policía —indicó Fraser—.
Parece que cayó en manos de un revoltoso.
Mallory se quedó mirándolo, horrorizado y asombrado.
—¿Qué puede significar?
Fraser preparó su bolígrafo.
—¿Qué es «batracio», señor?
—Del griego —soltó Mallory—. Batracho, anfibio. Ranas y sapos, sobre todo. —
Luchó por encontrar las palabras—. Una vez, hace años, en un debate, dije que sus
teorías... Las teorías geológicas de Rudwick, ya sabe...
—Oí la historia esta mañana, señor. Al parecer es muy conocida entre sus
colegas. —Fraser pasó unas páginas de su cuaderno—. Usted le dijo al señor
Rudwick: «El curso de la evolución no se amolda a la pereza batracia de su
intelecto». —Se detuvo un instante—. El tipo se parecía un poco a una rana, ¿no,
señor?
—Era un debate público en Cambridge —respondió Mallory con lentitud—.
Los ánimos se habían calentado...
—Rudwick afirmó que estaba usted «tan loco como una cabra en una
sombrerería» —reflexionó Fraser—. Al parecer, usted se tomó el comentario bastante
mal.
Mallory se ruborizó.
—No tenía ningún derecho a decir eso, con esos aires de grandeza...
—Eran enemigos.
—Sí, pero... —Mallory se secó la frente—. ¡No creerá que yo tuve algo que ver
con esto!
—No era esa su intención, estoy seguro —dijo Fraser—. Pero creo que es usted
un hombre de Sussex, ¿no, señor? De una ciudad llamada Lewes.
—¿Y?
—Al parecer se han enviado varias decenas de estas imágenes desde la oficina de
correos de Lewes.
Mallory se quedó pasmado.
—¿Decenas de ellas?
—Enviadas a todos sus colegas de la Real Sociedad, señor. De forma anónima.
—Cristo del cielo —musitó Mallory—, ¡pretenden destruirme!
Fraser no dijo nada.
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