Page 154 - La máquina diferencial
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—. Debo pedirle que confíe en mi discreción, doctor Mallory.
               —¿Pero qué debo hacer con el daño que ha sufrido mi reputación? ¿Voy a acudir
           a cada hombre de este edificio a rogarle que me escuche y decirle... decirle que no

           soy una especie de necrófago infernal?
               —El  Gobierno  no  permitirá  que  se  acose  a  un  destacado  intelectual  de  esta
           manera —le aseguró Fraser en voz baja—. Mañana, en Bow Street, el comisionado

           de  la  policía  enviará  una  declaración  a  la  Real  Sociedad  afirmando  que  es  usted
           víctima de calumnias maliciosas e inocente de toda sospecha en el asunto Rudwick.
               Mallory se frotó la barba.

               —¿Y eso ayudará en algo, cree usted?
               —Si es necesario, enviaremos también una declaración pública a los diarios.
               —¿Pero este tipo de publicidad no podría suscitar más sospechas contra mí?

               Fraser cambió de postura en su silla de la biblioteca.
               —Doctor  Mallory,  mi  oficina  existe  para  destruir  las  conspiraciones.  No

           carecemos  de  experiencia.  No  carecemos  de  recursos.  No  nos  va  a  vencer  una
           desharrapada camarilla de aficionados a los faroles oscuros. Pensamos atraparlos a
           todos, del primero al último, y lo haremos antes, señor, si es usted franco conmigo y
           me cuenta todo lo que sabe.

               Mallory se acomodó en su silla.
               —Está en mi naturaleza ser franco, señor Fraser. Pero es una historia oscura y

           escandalosa.
               —No tema herir mi susceptibilidad.
               Mallory miró a su alrededor, los estantes de caoba, las revistas empastadas, los
           textos  encuadernados  en  cuero  y  los  enormes  atlas.  La  sospecha  pendía  en  el  aire

           como una mancha abrasadora. Después del ataque callejero del día anterior, el palacio
           le había parecido una grata fortaleza, pero ahora tenía la sensación de que se trataba

           de una tejonera.
               —Esto no es sitio para contarlo —murmuró Mallory.
               —No,  señor  —asintió  Fraser—.  Pero  usted  debería  seguir  con  su  trabajo
           científico, como siempre. Ponga buena cara ante la adversidad y es probable que sus

           enemigos piensen que sus estratagemas han fracasado.
               A Mallory le pareció un buen consejo. Por lo menos podía actuar. Se puso en

               pie de inmediato.
               —Seguir con mis asuntos diarios, ¿eh? Sí, yo diría que sí. Muy adecuado. Fraser
           también se levantó.

               —Yo lo acompañaré, señor, con su permiso. Confío en que pongamos un brusco
           punto final a sus problemas.
               —Quizá no pensara lo mismo si conociera todo este maldito asunto —se quejó

           Mallory.




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