Page 165 - La máquina diferencial
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papel continuo. Disraeli no había conectado bien las ruedas de espiga. Mallory se
sentó en la silla de oficina, accionó el pedal con el pie hasta que la mecanografiadora
adquirió velocidad y sujetó las manivelas.
—¿Qué escribo? Dícteme algo.
—«El conocimiento es poder» —respondió Disraeli de inmediato.
Mallory hizo que la aguja se moviera de un lado a otro por la esfera de cristal del
alfabeto. La cinta perforada fue saliendo milímetro a milímetro y se enroscó con
cuidado sobre su bobina de resorte. Después la impresora rotatoria emitió diversos
taponazos y un estruendo tranquilizador. Mallory dejó que el rotor se fuera apagando
y arrancó la primera hoja de papel de su ranura. «EL CONOCIMIENTOO ES
PPODER», rezaba.
—Hay que saber hacerlo —explicó Mallory mientras entregaba la página al
periodista—. Pero se acostumbrará a ella.
—¡Yo puedo garabatear más rápido! —se quejó Disraeli—. ¡Y desde luego,
escribo mejor!
—Sí —admitió Mallory con paciencia—, pero no puede volver a cargar la cinta;
unas tijeras y un poco de pegamento y puede volver a introducir la cinta perforada, y
entonces la máquina escupe página tras página, siempre que pise el pedal. Tantas
copias como quiera.
—Encantador —dijo Disraeli. —Y, por supuesto, puede revisar lo que ha escrito.
Una simple cuestión de cortar y pegar la cinta.
—Los profesionales no revisan nunca —replicó Disraeli con amargura—. Y
supongamos que quiero escribir algo elegante y prolijo. Algo como... — Disraeli
agitó la pipa llena de rescoldos—: «Hay tumultos de la mente en los que, como
sucede con las grandes convulsiones de la naturaleza, todo parece anarquía, el regreso
del caos. Y sin embargo, con frecuencia es en esos momentos de inmensa
perturbación, como en la lucha de la propia naturaleza, cuando se desarrolla un nuevo
principio de orden o un nuevo impulso de la conducta, y se controlan y regulan y
traen a una armoniosa consecuencia pasiones y elementos que parecen únicamente
amenazar con la desesperación y la subversión».
—Eso es bastante bueno —dijo Mallory.
—¿Le gusta? De su nuevo capítulo. ¿Pero cómo voy a concentrarme en la
elocuencia mientras estoy pisando un pedal y dándole a un manubrio como una
lavandera?
—Bueno, si comete algún error, siempre puede volver a imprimir una página
nueva recién salida de la cinta.
—¡Afirmaban que este aparato me ahorraría papel!
—Podría contratar a un secretario cualificado y dictarle.
—¡Decían que también me ahorraría dinero! —Disraeli dio una calada a la punta
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