Page 176 - La máquina diferencial
P. 176

manzana. Los escasos transeúntes que quedaban surgían súbitamente de la oscuridad
           como  fantasmas  bien  vestidos.  Fraser  marchaba  delante,  resignado  e  infalible,  y
           Mallory supuso que el veterano policía podría guiarlo por las calles de Londres con

           los ojos vendados. Ahora llevaban los pañuelos sobre la cara. Parecía una precaución
           sensata, aunque a Mallory le molestaba un poco que Fraser pareciera ahora no solo
           reticente, sino también amordazado.

               —Los  quinótropos  son  el  problema  —opinó  Mallory  mientras  subían  por
           Brompton Road, donde las agujas de los palacios científicos quedaban veladas por la
           fetidez—. No era así cuando me fui de Inglaterra. Hace dos años no había tantos de

           esos malditos trastos. Ahora no me permiten dar un discurso público sin uno. —Tosió
           —.  Me  llevé  un  susto  al  ver  ese  gran  panel  allí  arriba,  en  Fleet  Street,  montado
           delante  del  Evening  Telegraph  y  chasqueando  como  un  loco  por  encima  de  la

           multitud. «Trenes cerrados por la huelga de obreros», decía aquello. «El Parlamento
           censura el estado del Támesis».

               —¿Y qué tiene de malo? —preguntó Fraser.
               —Que no cuenta nada —respondió Mallory—. ¿Quién en el Parlamento? ¿Qué
           estado  del  Támesis  en  concreto?  ¿Qué  dijo  el  Parlamento  sobre  eso?  ¿Algo
           inteligente, o meras tonterías?

               Fraser profirió un gruñido.
               —Existe la malvada pretensión de que nos han informado, ¡pero en realidad no ha

           ocurrido tal cosa! Un simple lema, una letanía vacía. No se oye ningún argumento, no
           se  sopesa  ninguna  prueba.  No  son  noticias,  mentira,  solo  una  fuente  de
           entretenimiento para ociosos.
               —Algunos podrían decir que es mejor que los ociosos sepan un poco que nada en

           absoluto.
               —Y algunos podrían ser idiotas, Fraser, maldita sea. Esos quinolemas son como

           imprimir billetes de banco sin oro que los respalde, o como extender cheques de una
           cuenta  vacía.  Si  ese  va  a  ser  el  nivel  del  discurso  racional  para  la  gente  normal,
           entonces debo pedir tres vivas por la autoridad de la Casa de los Lores.
               Un  lento  faetón  contra  incendios  pasó  a  su  lado  resoplante.  Los  bomberos

           fatigados viajaban en los estribos y llevaban la ropa y la cara ennegrecidas por el
           trabajo, o por el mismo aire de Londres, o quizá por el chorro de hollín hediondo que

           expelían las chimeneas del propio faetón. A Mallory le pareció una extraña ironía que
           un faetón contra incendios se propulsase gracias a la ayuda de un montón de carbón
           ardiente. Pero quizá sí tenía cierto sentido, porque con un tiempo como aquel a un

           tiro de caballos le costaría mucho galopar siquiera una manzana.




           Mallory estaba deseando calmar su irritada garganta con un ponche de coñac, pero

           parecía que había más humo dentro del Palacio de Paleontología que fuera. Todo lo


                                        www.lectulandia.com - Página 176
   171   172   173   174   175   176   177   178   179   180   181