Page 180 - La máquina diferencial
P. 180

—Por  otro  lado  —dijo  al  fin—,  supongo  que  esos  jardines  de  Cremorne  bien
           podrían servir en caso de apuro.





           Abrió camino Fraser. Bajaron por Cromwell Lane y pasaron al lado de la gran mole
           pálida de ladrillos que era el Hospital para las Enfermedades del Pecho. Mallory no
           pudo evitar pensar que aquella noche parecía un lugar alarmante, de pesadilla.

               Una vaga aprensión siguió alimentándose de su mente, hasta el punto de que se
           detuvieron en el pub siguiente, donde Mallory se tomó cuatro o es posible que cinco

           tragos de un güisqui sorprendentemente bueno. El pub estaba atestado de gente de
           New Brompton que parecía alegre, acogedora y algo agobiada, y que no hacía más
           que echar monedas de dos peniques en una pianola que tintineaba sin parar Ven al

           emparrado, una canción que Mallory detestaba. No hubo descanso para él allí. En
           cualquier caso, no eran los jardines de Cremorne.
               Se  encontraron  con  la  primera  señal  auténtica  de  problemas  unas  cuantas

           manzanas más abajo de New Brompton Road, al lado de la fábrica de cubiertas de
           suelo  patentadas  de  Bennett  &  Harper.  Una  multitud  levantisca  de  hombres
           uniformados  rondaba  las  puertas  de  la  extensa  fábrica.  Problemas  industriales  de

           algún tipo.
               A  Fraser  y  Mallory  les  llevó  algún  tiempo  descubrir  que  la  multitud  estaba
           compuesta casi en su totalidad por policías. Bennett & Harper producía un material

           impermeable  de  alegres  estampados  compuesto  de  arpillera,  corcho  triturado  y
           derivados  del  carbón,  muy  apropiado  para  ser  cortado  y  pegado  en  las  cocinas  y
           baños de la clase media. También producía un gran volumen de residuos que emitía

           por media docena de chimeneas, residuos sin los que la ciudad hubiera podido pasar,
           estaba  claro,  al  menos  durante  un  tiempo.  Los  primeros  agentes  que  llegaron  a  la
           escena  (o  al  menos  ellos  reclamaban  tal  distinción)  habían  sido  un  grupo  de

           inspectores  de  la  Oficina  Real  de  Patentes,  a  los  que  un  plan  de  contingencia  del
           Gobierno había obligado a hacerse cargo de la emergencia industrial. Pero los señores
           Bennett y Harper, preocupados por no perder la producción del día, habían desafiado

           la autoridad legal que tenían los hombres de las patentes para cerrarles los talleres.
           Pronto se enfrentaron a ellos dos inspectores más del Comité Industrial de la Real
           Sociedad que afirmaban que había precedentes. Al agente de policía local lo había

           atraído el jaleo, y lo había seguido una brigada móvil de la Policía Metropolitana de
           Bow  Street  que  llegó  en  un  autobús  de  vapor  requisado.  El  Gobierno  se  había
           apropiado ya de la mayor parte de los autobuses, junto con la flota de taxis de la

           ciudad,  de  acuerdo  con  las  medidas  de  emergencia  que  debían  dar  respuesta  a  las
           huelgas del ferrocarril.
               La policía había cerrado de inmediato las chimeneas, un buen trabajo que honraba

           las  buenas  intenciones  del  Gobierno.  Pero  los  trabajadores  de  la  fábrica  todavía


                                        www.lectulandia.com - Página 180
   175   176   177   178   179   180   181   182   183   184   185