Page 272 - La máquina diferencial
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embarrado  pasadizo  de  termitas  aplastado  por  una  bota.  Permaneció  allí  de  pie,
           aturdido  por  el  monótono  y  sublime  rugido,  viendo  cómo  sus  enemigos  huían
           profiriendo alaridos.

               Un hombre se detuvo entre las llamas y se dio la vuelta. Era Swing, que levantó la
           vista para mirar a Mallory, que se encontraba allí de pie. Su rostro se retorció en una
           expresión de asombro desesperado. Gritó algo, gritó más alto todavía, pero no era

           más que un hombrecillo que estaba muy lejos, y Mallory no lo oyó. El paleontólogo
           negó lentamente con la cabeza.
               Swing  levantó  entonces  su  arma.  Mallory  vio  con  una  agradable  sensación  de

           sorpresa el perfil conocido de una carabina Cutts-Maudslay.
               Swing apuntó, se preparó y apretó el gatillo. Unos zumbidos vagos y agradables
           rodearon  a  Mallory,  un  pequeño  estallido  musical  del  techo  perforado  que  tenía

           detrás. Mallory, cuyas manos se movían con una elegancia magnífica e involuntaria,
           levantó el rifle, apuntó y disparó. Swing se revolvió y cayó despatarrado. La Cutts-

           Maudslay,  todavía  en  su  mano,  continuó  sacudiéndose  impulsada  por  el  resorte  y
           siguió traqueteando aun después de vaciarse el tambor de cartuchos.
               Mallory contempló sin excesivo interés a Fraser, que saltó entre las ruinas con la
           agilidad  de  una  araña  y  se  acercó  al  anarquista  caído  con  la  pistola  en  la  mano.

           Esposó a Swing y luego levantó su cuerpo inerte y se lo puso al hombro.
               A Mallory le escocían los ojos. El humo del almacén en llamas se reunía bajo los

           restos del tejado. Bajó la cabeza, y con un parpadeo vio cómo Tom bajaba al suelo a
           Brian, que andaba cojeando.
               Los dos se reunieron con Fraser, que no dejaba de hacerles señas. Mallory sonrió,
           descendió  y  los  siguió.  Los  tres  huyeron  entonces  entre  los  fuegos  cada  vez  más

           intensos que azotaban el lugar. Mallory los seguía sin prisa.
               La  catástrofe  había  abierto  en  la  fortaleza  de  Swing  un  géiser  de  ladrillos

           destrozados. Mallory, dichoso, entró acompañado por el chirrido de los clavos de su
           tacón roto en un Londres renacido.
               En una tempestad de lluvia purificadora.





           El 12 de abril de 1908, a los ochenta y tres años de edad, Edward Mallory murió en
           su casa de Cambridge. Las circunstancias exactas del óbito son oscuras. Al parecer,

           se tomaron medidas para preservar el decoro correspondiente a un antiguo presidente
           de la Real Sociedad. Las notas del doctor George Sandys, amigo y médico personal
           de  lord  Mallory,  indican  que  el  gran  intelectual  murió  a  causa  de  una  hemorragia

           cerebral.  Sandys  también  anotó,  al  parecer  por  razones  propias,  que  todo  daba  a
           entender que el finado había entrado en la fase final de su agonía vestido con ropa
           interior  elástica,  calcetines  sujetos  con  ligas  y  zapatos  de  vestir  con  los  cordones

           atados.


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